SON EL SOL, LA LUNA, LAS ESTRELLAS QUE OFRECEN LA LUZ, Y LOS ASTROS DE LA CREACIÓN PARA EL QUE PRINCIPIA ESTA MISIÓN.
NATURALEZA DE LOS ESPÍRITUS.
Dice el Maestro Allan Kardec en sus maravillosas Obras, que los espíritus son seres inteligentes que pueblan el Universo, y están en constante evolución. Se considera que cada espíritu tiene una Chispa Divina, y por ende, una conexión intrínseca con Dios. Esto coincide plena y coherentemente con la Enseñanza del Maestro Ismael Garzón Triana, de que los espíritus son partículas de Dios.
La evolución espiritual es un proceso gradual, donde los espíritus encarnan en diferentes cuerpos, en diferentes razas y en distintas cruzadas para aprender, experimentar; y a través de sus buenas elecciones y decisiones, desarrollar su luz interior; es decir, ganar luz para su espíritu hasta convertirse en estrella.
LA LUZ COMO SÍMBOLO DE EVOLUCIÓN.
La afirmación de que los espíritus que se convierten en estrellas es poderosa. Tanto en la Enseñanza del Maestro Ismael, como en la de los Maestros Allan Kardec y León Denis, la luz representa el conocimiento, la moralidad y la sabiduría que un espíritu acumula a lo largo de muchas vidas. Cuanto más avanza un espíritu en su camino de aprendizaje, más luz irradia. Así, la imagen de los espíritus como el Sol, la Luna y las Estrellas, puede interpretarse como un reflejo de su proceso evolutivo: Los espíritus puros emiten una luz tan intensa como las estrellas; mientras que otros, que están en etapas más tempranas de desarrollo, reflejan una luz más tenue como los luceros, y los más atrasados pierden hasta su colorido.
Desde tiempos inmemoriales, el Sol ha sido venerado como la fuente primordial de vida y energía. En muchas tradiciones simboliza el principio de la creación, la conciencia universal y el amor Divino. La luz del Sol es una perfecta alegoría que representa la claridad, la vitalidad y el propósito. A su vez, la Luna, con su luz suave y cambiante, nos recuerda la importancia de la introspección, la conexión con nuestras emociones y la sabiduría que brota del silencio.
Más aún; dice el Maestro Ismael en su Enseñanza: “En las noches calladas, cuando la Luna con su radiante luz nos cubre y da frescura a toda la creación; así como el Sol y como los otros Astros que forman cada cuerpo, y la Luz del Espíritu lleno de sabiduría”
Las estrellas dispersas en la vastedad del cielo, no solo son cuerpos celestes; son puntos de guía en nuestra existencia. Cada estrella puede interpretarse como un faro de esperanza, un recordatorio de que siempre hay algo más allá de lo que vemos. En el contexto de los espíritus y el espiritismo, estos cuerpos celestes no son meras entidades físicas, sino energías que influyen en nuestra vida espiritual. La idea de que estos astros ofrecen luz a quienes inician su misión en la vida, subraya el hecho de que cada nuevo comienzo está acompañado de apoyo espiritual.
“El firmamento se ve estrellado de noche. En partes algunas, figuras hechas con estrellas. Estas figuras son un conjunto de amigos de igual categoría, que se regocijan. Los Luceros y las Estrellas son espíritus de Luz, que lucen de noche, y muestran a los bajos sus colores relucientes. Por lo cual se puede ver que estos se movilizan, aunque en el terrestre las gentes no creen, porque no le han puesto cuidado a la belleza que Dios extiende sobre los habitantes". Dijo el Maestro Ismael.
LA LUZ COMO CONOCIMIENTO.
En muchas tradiciones espirituales, la luz simboliza el conocimiento y la sabiduría. En el espiritismo, el Maestro Allan Kardec, enseña que el conocimiento es fundamental para la evolución del espíritu. A medida que un espíritu aprende y comprende las Leyes espirituales, y actúa de acuerdo a ellas, su luz interior se intensifica. Esto implica que el crecimiento espiritual está íntimamente ligado a la búsqueda de la verdad y la comprensión de uno mismo y del mundo que nos rodea. La luz, entonces, se convierte en una representación del avance intelectual y moral del ser.
LA LUZ COMO MORALIDAD Y ÉTICA.
Además del conocimiento, la luz representa la moralidad y la ética. En este sentido, las decisiones que un espíritu toma en sus encarnaciones impactan directamente en su nivel de luz. Las acciones altruistas, la compasión y el amor hacia los demás, son fuentes de luz que enriquecen al espíritu. Por otro lado, las decisiones egoístas o dañinas opacan esa luz. La evolución, entonces, se manifiesta en el desarrollo de un carácter ético, moral, y en la capacidad de actuar en beneficio de otros, lo que lleva a un mayor resplandor espiritual.
LA LUZ EN EL PROCESO DE REENCARNACIÓN.
El proceso de reencarnación es clave en el espiritismo. Cada vida proporciona al espíritu la oportunidad de aprender y crecer. La vida en la Tierra es un campo de pruebas y expiación, donde los espíritus pueden enfrentar desafíos y desarrollar virtudes. A través de experiencias, retos y relaciones, el espíritu puede ganar luz. La luz se incrementa no solo por el conocimiento adquirido, sino también por el aprendizaje a partir de los errores cometidos. Cada vida es una etapa en el viaje hacia la perfección, y cada experiencia ilumina el camino hacia una mayor comprensión y evolución.
La luz también simboliza la interconexión entre todos los seres. Cuando un espíritu evoluciona y emite luz, impacta a otros espíritus a su alrededor. La luz, en este sentido, se convierte en un vínculo que une a todos en un mismo camino de evolución. En el contexto del cosmos, cada estrella representa no solo a un espíritu evolucionado, sino también el efecto que su luz tiene en la comunidad espiritual. Este principio de interconexión sugiere que la evolución individual contribuye al bienestar colectivo.
LA LUZ COMO META FINAL.
La luz puede ser vista como la meta última de la evolución espiritual. En el espiritismo, se entiende que el propósito de la vida es acercarse a Dios, y eso implica convertirse en un ser de luz, reflejando la esencia Divina. La búsqueda de esa luz es un camino de transformación, donde el espíritu se despoja de limitaciones y se alinea con la naturaleza del espíritu Divino de Dios. La idea de convertirse en una estrella resuena con la aspiración de alcanzar un estado de pureza y plenitud absoluta.
La luz como símbolo de evolución abarca el conocimiento, la moralidad, el proceso de reencarnación, la interconexión y la búsqueda de la Verdad. A medida que los espíritus avanzan en su camino de desarrollo, su luz se intensifica, reflejando su crecimiento y transformación. Este concepto resuena profundamente en las maravillosas Obra de los Maestros Allan Kardec, de León Denis, y en la filosofía espiritual en general, subrayando que la evolución es un viaje continuo hacia una mayor comprensión, amor y conexión con Dios.
PROGRESO ESPIRITUAL.
El progreso del espíritu es un proceso continuo. Al encarnar, el espíritu comienza una nueva etapa de aprendizaje. Durante esta vida, enfrenta situaciones que le permitirán superar sus debilidades, corregir errores pasados y adquirir nuevos conocimientos. Por lo tanto, los espíritus son responsables de su propio avance, ya que sus acciones en vidas anteriores influyen en sus condiciones actuales.
LA MISIÓN DEL ESPÍRITU.
Cuando un espíritu principia su misión, se refiere a que inicia un nuevo ciclo de aprendizaje y contribución en el mundo físico. Cada encarnación puede tener un propósito específico, que puede estar relacionado con ayudar a otros, cumplir un papel social o desarrollar una habilidad particular. Así, cada vida es vista como una oportunidad para cumplir una tarea, una misión personal y colectiva.
LLEVANDO PARTICULA EN EL CORAZÓN, TEMPLO DE DIOS, ESTACIÓN DE SABIDURÍA.
EL CORAZÓN es considerado el asiento de las emociones, es también el hogar del espíritu. En este contexto, la partícula se refiere a la Chispa Divina presente en cada uno de nosotros, una representación de la conexión directa con Dios. Este Templo de Dios y Estación de Sabiduría, no es simplemente un espacio físico, sino también, un espacio interno donde reside nuestra esencia más pura. Aquí, cada pensamiento, cada sentimiento y cada acción se entrelazan formando un vínculo íntimo con el Universo Entero.
La orientación de que el corazón es una Estación de Sabiduría, enseña que el verdadero conocimiento emana del corazón; es decir del espíritu, que es profunda y trasciende las limitaciones de la mente racional. Es la sabiduría del amor, de la compasión y de la empatía que nos guía en nuestras relaciones y decisiones, aprendizaje de muchas experiencias en muchas cruzadas. Además, subraya la importancia de cultivar esta relación interna y espiritual.
El espíritu es inmortal y atraviesa múltiples existencias en su camino hacia la perfección. Esta partícula Divina no solo nos conecta con Dios, sino que además es responsable de nuestra evolución espiritual.
ESTACIÓN DE SABIDURÍA.
El verdadero conocimiento reside en el espíritu. El Maestro Allan Kardec enfatizaba que la sabiduría se manifiesta a través de experiencias y relaciones humanas, y que la empatía, la compasión, el amor y la Caridad son fundamentales para nuestra evolución, y estas cualidades emergen del corazón.
En resumen, el corazón como Templo de Dios y Estación de Sabiduría, refleja una profunda verdad espiritual: nuestra esencia más pura reside en nuestro interior y se manifiesta a través de la bondad, el amor y la comprensión. La sabiduría que emana del corazón nos guía en nuestro camino hacia la evolución y la conexión con el Universo. Cultivar esta relación con nuestro corazón y el espíritu que en él habita, es esencial para nuestro crecimiento personal y espiritual.
POR LO CUAL SE PIDE EN ESTE DÍA EL ÁNGEL GUARDÍAN O EL GUÍA.
Los Espíritus Superiores guían y asisten a los espíritus encarnados. Estos guías ayudan a las almas a recordar sus misiones, y les orientan en su desarrollo espiritual. La conexión con estos espíritus puede ser una fuente de inspiración y apoyo en el camino de cada individuo.
La invocación del Ángel Guardián es un acto de reconocimiento de la asistencia espiritual que nos rodea. Cada ser humano, desde su nacimiento, está acompañado por un Guía Espiritual que lo protege y orienta. Este Ángel representa la sabiduría acumulada de muchas vidas, un ser que ha transitado el camino de la evolución espiritual, y que ahora actúa como faro en nuestro viaje.
Al solicitar la presencia de este Guía, estamos abriendo nuestro corazón a la ayuda de Espíritus Superiores. Es un acto de humildad y de entrega, reconociendo que, aunque somos responsables de nuestro propio camino, no estamos solos en él. Este Ángel, en su amor incondicional, se convierte en un puente entre lo humano y lo espiritual, recordándonos que siempre podemos buscar ayuda y consejo en momentos de incertidumbre, de desamparo y persecución espiritual, que ante las acciones negativas o desequilibradas cometidas en vidas anteriores, generan consecuencias en la presente vida, donde cada acción tiene una repercusión, y cada alma debe enfrentar las consecuencias de sus propios actos.
Cuando un espíritu reencarna, trae consigo el bagaje de sus vidas pasadas; tanto sus virtudes como sus errores. Las faltas cometidas en el pasado pueden manifestarse en forma de COBROS ESPIRITUALES, colocando al espíritu deudor dificultades como agobios, perturbaciones, sufrimientos, persecuciones, enfermedades y dolor en la vida actual, que son pruebas o expiaciones que el alma debe enfrentar para aprender y evolucionar.
Muchos sufrimientos pueden significar, muchas deudas morales que debe resolver. Por ello, el Guía Espiritual, en estos casos, está presente para ayudar a que la persona no se pierda en el sufrimiento o el desánimo, y para que pueda tomar las decisiones necesarias para saldar dichas deudas y avanzar espiritualmente.
Un espíritu puede encarnar con mucha luz, lo que implica un grado elevado de evolución espiritual, y su misión puede ser más compleja, involucrando tareas de ayuda a los demás o contribuciones al bien común. Sin embargo, incluso los espíritus más avanzados pueden enfrentarse a la tentación o el extravío del camino si las circunstancias de la vida y el entorno los desvía de su misión. Aquí, el papel del Guía espiritual es crucial para mantener el alma en el camino correcto, recordándole su propósito y ofreciéndole apoyo para no perderse en las distracciones materiales.
Este espíritu protector no impide las dificultades, pero tiene el deber de ayudar al encarnado a superar estas pruebas brindándole inspiración y fuerzas para seguir adelante, pero sin interferir directamente en su libre albedrío. La guía que se ofrece es sutil, a través de intuiciones, sueños o sensaciones, que dirigen al alma hacia la reflexión y la corrección de sus errores; o en reafirmar en el caso de espíritus más evolucionados, su compromiso con la tarea o misión asignada.
En resumen, desde la perspectiva del espiritismo, las adversidades y pruebas que enfrentamos en la vida, son oportunidades para el crecimiento y la evolución espiritual. El Ángel Guía o protector está siempre presente para ayudarnos, ya sea que estemos pagando deudas del pasado o trabajando en una misión elevada. Sin embargo, el libre albedrío del espíritu encarnado es fundamental, y la guía se ofrece respetando siempre su capacidad de decisión. El objetivo final es que el alma logre aprender de sus experiencias y avance hacia una mayor comprensión y cercanía con la Ley Divina.
FLORECIENTE CRIATURA QUE DESEAMOS SEA DE LAS MÁS BELLAS...
La floreciente criatura evoca la imagen de un ser en constante crecimiento y evolución. Cada uno de nosotros tiene el potencial de florecer en belleza, no solo en lo físico, sino en lo espiritual y emocional. Esta belleza interior se cultiva a través de nuestras elecciones, nuestros actos de bondad y nuestro compromiso con el amor.
La expresión DE LAS MÁS BELLAS, no se refiere a un estándar superficial, sino a una belleza que irradia desde el interior, manifestándose en la autenticidad, la generosidad y la compasión. En este sentido, todos estamos en un proceso de transformación, donde cada desafío y cada alegría nos moldean, ayudándonos a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos.
El texto “FLORECIENTE CRIATURA QUE DESEAMOS SEA DE LAS MÁS BELLAS...” se refiere al anhelo profundo que muchas familias o personas espirituales pueden tener cuando reciben a un nuevo ser en su hogar, deseando que ese espíritu sea de gran luz, nobleza y belleza interior. Este deseo es natural y comprensible, especialmente cuando se entiende desde la perspectiva de la evolución espiritual, donde los espíritus encarnados buscan rodearse de seres que puedan contribuir al crecimiento y la armonía de su entorno.
En el contexto espiritual, el nacimiento de un hijo o la llegada de un nuevo ser a la vida de una familia, se ve como una oportunidad tanto para el espíritu que reencarna como para la familia que lo recibe.
La expresión floreciente criatura, puede entenderse desde varias perspectivas:
En un sentido literal, puede referirse al niño que acaba de nacer o está por llegar, lleno de potencial y posibilidades.
Desde una perspectiva espiritual, se refiere a un alma que está en un proceso de desarrollo, ya sea un espíritu más avanzado, lleno de luz y virtudes, o un espíritu que, aunque oscurecido por sus errores pasados, tiene la posibilidad de florecer; es decir, de aprender, rectificar, evolucionar y transformarse.
El concepto de belleza en este contexto, no se refiere necesariamente a una apariencia física, sino a la belleza espiritual, es decir, a la pureza, nobleza, bondad y elevación moral del ser. Se espera que esta nueva criatura traiga consigo esas cualidades, contribuyendo así a la paz, el amor y el bienestar del hogar que lo albergó.
El deseo de recibir a un espíritu noble, lleno de luz y virtudes, es natural en cualquier familia. En el espiritismo, se entiende que la luz interior de un espíritu se manifiesta en su bondad, su capacidad de amar y su disposición a contribuir al bien común. Un espíritu que ya ha avanzado en su evolución espiritual será más propenso a comportarse de manera armoniosa, justa y amorosa, lo que facilita la convivencia y el aprendizaje mutuo en un hogar. Sin embargo, también es importante recordar que no siempre se recibe a un espíritu que ya ha alcanzado un alto grado de evolución. Muchas veces, los espíritus que aún están en proceso de aprendizaje, con oscuridades y errores del pasado, reencarnan en hogares que pueden brindarles las condiciones adecuadas para superar sus defectos y crecer espiritualmente.
En el espiritismo, la reencarnación no es aleatoria. Los espíritus son asignados a los hogares más apropiados para su evolución, según las necesidades y pruebas que deben enfrentar. Si un espíritu oscuro o con deudas del pasado, llega a una familia espiritual, esa familia tiene la responsabilidad de acogerlo con amor y comprensión, sin rechazo.
El hogar, especialmente con conocimiento de las Leyes Espirituales, tiene la misión de servir como un refugio de luz y guía para ese espíritu en su proceso de evolución. Esto implica ofrecerle:
Educación moral y espiritual, enseñándole a reconocer y corregir sus errores pasados.
Amor incondicional, entendiendo que, aunque el espíritu esté oscurecido por sus faltas, es un hermano que necesita ayuda para encontrar el camino de la luz.
Paciencia y comprensión, sabiendo que el proceso de evolución espiritual es largo y requiere tiempo, esfuerzo y dedicación.
Cuando un espíritu oscurecido reencarna, lo hace con el propósito de corregir sus faltas pasadas, sanar sus heridas espirituales y aprender las lecciones necesarias para su evolución. Estas reencarnaciones pueden ser difíciles tanto para el espíritu que encarna como para la familia que lo recibe, ya que pueden presentarse desafíos como conflictos de carácter, dificultades emocionales o problemas de conducta. Sin embargo, desde la perspectiva del espiritismo, estos desafíos son oportunidades para todos los involucrados:
Para el espíritu que encarna, es la oportunidad de purificar su alma a través del aprendizaje, la experiencia y la superación de sus inclinaciones negativas.
Para la familia, es una oportunidad de practicar la Caridad, el Amor y la Fraternidad, cumpliendo con el mandato de ayudar a los demás en su evolución espiritual, sin juicios ni rechazo.
En cuanto al deseo de que el nuevo ser “SEA DE LAS MÁS BELLAS CRIATURAS”, también se refleja el anhelo de que su vida y su presencia en la Tierra estén llenas de propósito y significado. La belleza espiritual de un ser está relacionada con su misión de vida, que puede implicar la enseñanza de virtudes como la paciencia, la bondad, la empatía, el reconcilio y el perdón, tanto para sí mismo como para quienes lo rodean.
Incluso los espíritus que llegan con dificultades y cargas muy pesadas del pasado, pueden aprender a través de su proceso de evolución, y revelar una belleza interior que inspire y eleve a los demás. Cada ser humano en su camino hacia la perfección espiritual, tiene la capacidad de florecer, de transformarse y de contribuir a la creación de un mundo más justo y armonioso.
En conclusión, el anhelo de recibir una floreciente criatura que sea de las más bellas, refleja un deseo noble de rodearse de espíritus llenos de luz y virtud. Sin embargo, el verdadero desafío y deber como espíritas, es acoger con amor y comprensión a todos los espíritus que llegan a nuestras vidas, sean avanzados o estén en proceso de aprendizaje. La misión del hogar espírita es guiar, educar y ofrecer un ambiente de amor incondicional para que, independientemente de su estado espiritual, cada ser pueda florecer y avanzar en su camino hacia la perfección.
...Y QUE SOBRE ELLA IRRADIE LA LUZ DEL SOL, LA LUNA Y LAS ESTRELAS; ESCRITO ESTÁ, HIJO DE DIOS.
La luz ha sido, desde tiempos antiguos, un símbolo universal de la Sabiduría Divina, la verdad y la guía espiritual. En este contexto, la luz del Sol, la Luna y las Estrellas, se refiere a la influencia Divina que ilumina el camino de cada ser, ayudándolo a encontrar su propósito y avanzar en su evolución espiritual.
El deseo de que esta criatura floreciente reciba la luz del Sol, la Luna y las Estrellas, es una invocación de la conexión cósmica que todos compartimos. La luz en su esencia, simboliza la verdad, la iluminación y el amor de Dios. Esta irradiación de luz es inspiración, guía y protección. Además, encierra un significado profundo y espiritual, en el que se hace referencia a la Luz Divina que guía y acompaña a cada ser en su evolución. Este lenguaje metafórico utiliza la simbología de la luz del Sol, la Luna y las Estrellas, así como la expresión “HIJO DE DIOS”, para transmitir conceptos elevados relacionados con la iluminación espiritual, la Guía Espiritual, y el destino de los seres humanos.
La afirmación “ESCRITO ESTÁ HIJO DE DIOS” enfatiza nuestra naturaleza Divina. Cada uno de nosotros tiene un lugar en el Universo y un propósito que cumplir. Al ser hijos de Dios, estamos llamados a expresar esa luz en el mundo, a contribuir al bienestar de otros y a vivir en armonía con el Universo entero.
En conjunto, este texto es un hermoso recordatorio de la interconexión entre el ser humano, el Universo y Dios. Nos invita a reconocer la luz que nos rodea y que habita en nosotros, a buscar la orientación de nuestro Ángel Guía, y a florecer en nuestra más pura esencia. La espiritualidad no es solo un camino de desarrollo personal, sino un viaje colectivo hacia la iluminación, donde cada uno de nosotros juega un papel crucial. Al vivir desde el corazón, guiados por la luz de los Astros y el amor de Dios, podemos contribuir a la creación de un mundo más bello y armonioso, donde todos podamos brillar en nuestra verdad.
EL SOL ha sido tradicionalmente asociado con la fuerza vital, la Conciencia Superior. En este contexto, se puede entender que la luz del Sol representa:
LA ENERGÍA VITAL que permite la vida en la Tierra; y espiritualmente, simboliza la Energía Divina que nos anima a todos.
LA CLARIDAD ESPIRITUAL: el Sol ilumina los aspectos más oscuros de nuestra alma, revelando nuestras sombras y permitiéndonos ver con mayor claridad las lecciones que debemos aprender.
LA PRESENCIA DE DIOS EN EL SER HUMANO: el Sol representa la presencia constante de Dios como fuente de luz, fuerza y dirección. Por lo tanto, cuando se dice que la luz del Sol irradie sobre un ser, un alma o una criatura, se desea que ese espíritu esté bendecido con la luz de la verdad, la sabiduría, y la claridad espiritual que lo guíen en su camino de evolución.
LA LUNA, en muchas tradiciones espirituales, simboliza el mundo emocional, la intuición y los ciclos de transformación. A diferencia del Sol, cuya luz es constante, la luz de la Luna cambia según sus fases, lo que refleja la naturaleza cíclica de la vida y las emociones humanas.
La Luna es la guía de la noche, iluminando los caminos más oscuros y ayudándonos a navegar por los momentos difíciles de nuestra vida.
También representa la intuición, aquella voz interior que nos guía cuando no podemos ver claramente con la razón o el intelecto.
Además, su relación con los ciclos nos recuerda que todo en la vida está en constante cambio, y que las dificultades o sombras son solo parte de un ciclo mayor que eventualmente traerá luz. “LAS GENERACIONES CAMBIAN Y LOS TERRENOS TAMBIÉN, ALGO QUIERO HACERLE COMPRENDER” Dijo el autor de esta hermosa Enseñanza.
Cuando se clama a Dios para que la luz de la Luna irradie sobre alguien, se puede interpretar como un deseo de que ese ser sea guiado por su intuición y encuentre equilibrio emocional, incluso en los momentos más oscuros o desafiantes de su vida.
Las Estrellas han sido vistas históricamente como fuentes de esperanza y orientación en la oscuridad. En la antigüedad, los viajeros utilizaban las estrellas para orientarse y encontrar su camino, y este simbolismo se traslada al plano espiritual.
Las estrellas representan los guías espirituales, las almas elevadas y los seres de luz que nos ayudan desde los planos superiores. También simbolizan la esperanza y la fe: al mirar las estrellas en la noche, somos recordados de que, incluso en los momentos más oscuros, siempre hay luz y guía disponibles para nosotros.
Así mismo, cuando se clama ante Dios Todopoderoso Infinitamente Justo, para que la luz de las Estrellas irradie sobre un espíritu, implica un deseo de que ese ser esté rodeado de Guías Espirituales, de esperanza y de fe, para que nunca se sienta solo en su camino de crecimiento y transformación.
ESCRITO ESTÁ, HIJO DE DIOS.
Esta frase final, tiene un fuerte componente espiritual. “ESCRITO ESTÁ” hace referencia a la idea de un Plan Divino predeterminado, en el que cada ser humano tiene un destino trazado por Dios. En el espiritismo, en las Leyes Espirituales, se aprende que cada alma tiene una misión que cumplir, un propósito que ha sido delineado desde antes de su reencarnación.
Esta expresión también sugiere que todo lo que sucede en la vida de un ser está dentro del Plan Divino, y que nada ocurre al azar. Los desafíos, las pruebas, las alegrías y los sufrimientos, están todos alineados con un propósito mayor que ayuda al alma a evolucionar.
Desde la perspectiva del espiritismo, las almas, antes de reencarnar, eligen sus pruebas y desafíos en consulta con sus guías espirituales, con el objetivo de avanzar en su proceso evolutivo. El hecho de que esté escrito, no significa una imposición, sino una coordinación con las Leyes Espirituales.
La expresión HIJO DE DIOS, refuerza la creencia en la filiación Divina de todos los seres humanos. Desde una perspectiva espiritual, cada espíritu es un hijo de Dios, lo que significa que todos somos hermanos al compartir la Chispa Divina en nuestro interior, y que nuestro destino final es regresar a la Fuente Divina; es decir a la diestra del Padre Supremo.
Esta filiación Divina también implica que tenemos el potencial para alcanzar niveles superiores de conciencia y perfección, pues somos parte de un plan mayor que busca el bien y la armonía universal.
SÍNTESIS ESPIRITUAL.
El texto completo puede interpretarse como una bendición o deseo profundo hacia una criatura o ser, con la intención de que esté rodeado de luz y Guía Espiritual en su cruzada. Se desea que el Sol, la Luna y las Estrellas, símbolos del conocimiento, la intuición, el equilibrio emocional, la esperanza y el Ángel Guía, lo iluminen y protejan en su viaje espiritual.
Además, la afirmación “ESCRITO ESTÁ, HIJO DE DIOS” nos recuerda que este ser, al igual que todos los seres humanos, es parte de un Plan Divino predeterminado, y que su vida tiene un propósito más elevado. Como hijo de Dios, su misión es hacer parte de dicho plan para evolucionar espiritualmente, y así regresar a la fuente de todo amor y sabiduría.
Esta hermosa Oración, clamor o plegaria, como queráis llamarle, es una hermosa declaración de FE, DE ESPERANZA Y DE AMOR en proceso evolutivo de los espíritus. Expresa el deseo de que el ser al que se refiere, esté rodeado de la luz del Sol, la Luna y las Estrellas, representando las Fuerzas Espirituales que lo guían, y le recuerda su conexión con Dios.
En resumen, es un llamado a que cada alma en su reencarnación y proceso de evolución, sea iluminada y guiada por las Fuerzas Supremas, siempre consciente de su condición como hijo de Dios, destinado a la perfección y la armonía espiritual.
El Maestro Ismael enfatiza sobre la responsabilidad del espíritu en su propia evolución. El hecho de que "depende de cada espíritu ganar o perder su luz" sugiere que las decisiones morales y éticas tienen consecuencias directas en su progreso espiritual. Esto se relaciona con el libre albedrío, que permite a los espíritus elegir su camino, aprender de sus errores y avanzar hacia una mayor comprensión y armonía.
La referencia a los cuerpos celestes como "el Sol, la Luna y las Estrellas" en la misión de los espíritus, puede interpretarse como un recordatorio de que el Universo entero es un reflejo de las leyes espirituales. En el espiritismo, se reconoce que todo en la creación está concatenado. La luz que emiten los astros puede verse como un símbolo de la luz espiritual que los seres humanos y los espíritus deben cultivar en sus vidas. Así, los astros no solo iluminan el cielo físico, sino que también sirven como guía y recordatorio de las posibilidades de evolución y crecimiento espiritual.
La conexión entre la Obra del Maestro Ismael Garzón Triana y el pensamiento del Maestro Allan Kardec y León Denis, son clara: Ellos enfatizan sobre la importancia del libre albedrío, la evolución moral y el papel de los espíritus en el vasto Universo. La luz, como símbolo de sabiduría y crecimiento, refuerza la idea de que cada ser humano, como Partícula Divina, tiene el potencial de brillar intensamente a través de sus decisiones y acciones. En última instancia, el viaje de cada espíritu es hacia la perfección, donde se convierte en una estrella, reflejando la luz de Dios en el Universo.
Vuestro amigo, hermano y servidor,
-Héctor Fabio Cardona-