Vida y máximas de Epitecto -Filósofo estoico-


Fue nuestro Epicteto natural de Hierápolis, ciudad de Frigia. Tuvo más dicha con la noticia su patria que sus padres, pues nadie los nombra: reconozco esta ignorancia por grande providencia del olvido, para que la memoria se acordase que sin otra descendencia fue nuestro filósofo todo de la filosofía, y de sí progenie de su virtud. Fue esclavo de Epafrodito, soldado de las guardas de Nerón, en Roma. Fue tal Nerón, que en su tiempo ser esclavo en Roma no era nota, sino ser ciudadano, pues era esclavo en la República que era esclava.

Todos lo eran: el emperador, de sus vicios; la República, del emperador; Epicteto, de Epafrodito.

¡Oh alto blasón de la filosofía, que cuando el César era esclavo y la República cautiva, sólo el esclavo era libre! La persona de Epicteto era defectuosa; cojeaba, impedido el paso de una destilación a una pierna. Todas las calamidades de su edad, estado y cuerpo sirvieron de recomendación a su alma: siguió la secta estoica, enseñóla y obróla, adquiriendo tan encarecida estimación, que, después de muerto, dice Luciano que el candil de barro a cuya luz estudiaba y escribía se vendió en tres mil reales, juzgándolo el comprador bastante a comunicarle la propia doctrina por haberle asistido. Ya le sirvió de maestro el candil, pues le ocasionó acción en la virtud tan admirable, que se refiere igualmente por ejemplar con la vida de Epicteto. Cerró nuestro filósofo toda la doctrina de las costumbres en estas dos palabras: <<Sufre, abstente>> Aquélla, por medicina de lo que sucede al sabio, o le puede suceder, que no le conviene; ésta, de lo que conviene que ni tenga ni le suceda.

Con esta brevedad quitó el miedo de los grandes volúmenes, que son embarazo a la casa, tarea a la vida y carga a los brazos: hizo un libro en estas dos palabras, que se oye en una cláusula, y que no necesita de repeticiones a la memoria. Tan bien acostumbrado estaba al ejercicio de estas dos voces, que muchas veces, ambicioso de victorias contra los trabajos y calamidades, provocaba fervoroso a Dios, exclamando: <<Llueve, oh Júpiter, calamidades sobre mí.>> ¡Oh hazañoso espíritu, oh grito lleno de valentía, que pidiese a Dios calamidades hombre esclavo y manco, y súbdito de Nerón! Alcanzó el imperio de Domiciano; salió de Roma, unos dicen huyendo de la tiranía de aquel emperador: esto no es creíble en quien pedía a Dios trabajos y persecuciones. Otros dicen que salió de Roma expulsado por el decreto del Senado que desterró a todos los filósofos de la ciudad: afirman se restituyó a Hierápolis, su patria, si bien Suidas dice perseveró en Roma hasta tiempos de Marco Antonio, y que pasó a Nicópolis, ciudad de la nueva Epiro. Lipsio entiende este Antonino por el filósofo en la <<Manuducción estoica>> disertación XIX, considerando, y cuidadosamente, que desde la muerte de Nerón hasta el principio de Marco Antonino pasaron noventa y cuatro años, y había de ser recién nacido, en tiempo de Nerón, Epicteto. Persuádese Lipsio fue esclavo de Epafrodito después de la muerte de Nerón, y defiéndese con el propio Epicteto en la primera disertación de las que juntó Arriano, capítulo XIX. <<En la librería de Florencia -dice Correas- se cree hay epístolas suyas.>>

Yo no me persuado que si las hubiera, faltara en Florencia quien las diera al público. Esta que yo he escrito es la vida que vivió Epicteto. Este libro, que él escribió, es la vida que Epicteto vive y vivirá.


«MÁXIMAS DE EPITECTO»

I

Todo lo que hay en la naturaleza, o depende de nosotros, o no depende. Lo que depende de nosotros son nuestras opiniones, nuestras inclinaciones, nuestros deseos, nuestras repugnancias; en una palabra, todas nuestras acciones: lo que no depende son los cuerpos, los bienes, la reputación, las dignidades; en fin, todo aquello que no es obra nuestra.

II

Las cosas que dependen de nosotros son libres por su naturaleza: nada puede forzarlas ni servirlas de obstáculo: las que no dependen, son débiles, esclavas, inciertas y extranjeras.

III

Acuérdate pues, que si crees libre lo que es dependiente por su naturaleza, sí miras lo que no está en tu poder como una cosa que te sea propia, encontrarás obstáculos a cada paso, te verás afligido, turbado, acusarás a los dioses y a los hombres, en vez que si tomas solamente por tuyo lo que es realmente tuyo, y por ajeno lo que a otro pertenece, no experimentarás jamás embarazo, ni obstáculo en tus acciones, no acusarás ni vituperarás a nadie, nada harás contra tu gusto, nadie podrá ofenderte, no tendrás enemigos; y nada desagradable te sucederá.

IV

Si aspiras en efecto a un fin tan noble, acuérdate, de que, para conseguirlo, no debe desearse débilmente; sino que debes renunciar enteramente ciertas cosas: abstenerte por algún tiempo de algunas otras; y, sobre todo, velar sobre ti mismo: porque si con los verdaderos bienes buscas aún las riquezas y las dignidades, no obtendrás siquiera estas últimas ventajas, porque has deseado las otras; y perderás ciertamente aquellos bienes, que solos pueden hacerte libre y dichoso.

V

Así, pues, a la vista de algún accidente desagradable, di al instante: tú no eres más que una imaginación, y de ningún modo lo que pareces. Sírvete después para determinar su medida de las reglas que has aprendido, sobre todo de la primera: examina si esta desgracia es del número de aquellas cosas que están o no están en nuestro poder; porque si es de la naturaleza de las que no dependen de nosotros, di atrevidamente entonces, que ella no te toca.

VI

Acuérdate de que el fin de todo deseo, es el de obtener lo qué se apetece, así como el fin de toda aversión, es el de evitar lo que la causa; y que el hombre es igualmente desgraciado, sea que el suceso realice sus temores, sea que no corresponda a sus deseos. Si tu aversión, pues, no recae sino sobre cosas que están en tu poder, jamás experimentarás los males que temes; pero si temes la enfermedad, la pobreza o la muerte, siempre serás miserable. Tranquilo sobre todo lo que no está en tu mano, teme únicamente las cosas que te están sometidas: cercena desde luego todos tus deseos; porque sí no tienen por objeto lo que está en tu mano, tus esperanzas quedarán necesariamente frustradas. En cuanto a las cosas mismas que dependen de ti, tú no te hayas todavía en estado de conocer las que es bien visto desear: conténtate solamente con no buscar nada, ni huir nada, sino con moderación, con discreción y con reserva.

VII

Examina con atención la cualidad de cada una de las cosas que contribuyen a tus placeres, que sirven para tus necesidades, o que tú amas; y comienza por las más viles. Si quieres una olla, di que quieres una olla; porque si se rompe, no te turbarás. Si amas a tu hijo o a tu mujer, acuérdate de que son mortales; y si la muerte te los arrebata, no te alterarás.

VIII

Antes de ejecutar, piensa lo que vas a hacer. Si vas al baño, -baños públicos en Roma- represéntate lo que en él pasa ordinariamente: allí se arrojan agua, se arrempujan, se dicen injurias y se roba. Tú te presentarás en él con más seguridad si te dices: «Yo quiero bañarme, pero quiero también conservar mi independencia, aguantando todo lo que me impone la naturaleza.»

Observa esta máxima en todas tus empresas: por este medio, si algún obstáculo te impide el bañarte, te dirás al punto: «Yo no quería bañarme solamente, quería también conservar mi libertad y mi carácter; y no la conservaré si no sé sufrir con paciencia las insolencias que aquí se cometen.»

IX

No son las cosas las que turban a los hombres, sino la opinión que de ellas forman. La muerte, por ejemplo, no es un mal, y si lo fuera, habría parecido tal a Sócrates. La opinión que se forma de la muerte, es la que la hace tan espantosa. Luego, pues, que nos hallamos impedidos o turbados, no acusamos de ello sino a nosotros mismos; esto es, a nuestras preocupaciones. Acusar a los otros de las propias desgracias, es el hecho de un ignorante: hacerlas caer sobre sí, es empezar a instruirse: no acusar a los otros ni a sí mismo, es ser sabio.

X

Jamás te ensoberbezcas con ninguna ventaja que no es tuya. Si un caballo dijera, alabándose, yo soy hermoso, se le podría sufrir; pero tú, cuando te glorías de tener un hermoso caballo, sabe que de esto te jactas. Ahora, ¿qué hay en esto que te pertenezca? El uso solo de tu imaginación. Por lo cual, si sabes arreglarla conforme a la naturaleza, entonces podrás gloriarte; porque a lo menos, te aplaudirás del bien que es verdaderamente tuyo.

XI

Así como en un viaje de mar, si el barco arriba a un Puerto, tú puedes bajar a tierra para hacer agua, y puedes también recoger algunas plantas y mariscos que se encuentran en la ruta; pero pensando siempre en tu barco, volviendo a él a menudo la cabeza para estar pronto cuando el patrón te llame, y a la menor señal arrojar cuanto has recogido, no sea que éste te haga atar y meter en el fondo de la embarcación como a las bestias: del mismo modo en el viaje de la vida, si en vez de un marisco o de una seta, te se da una mujer o un niño, puedes aceptarlos; pero si el patrón te llama, corre prontamente, y abandónalo todo sin mirar atrás.

Si eres viejo , no te alejes demasiado del barco, no sea que no puedas alcanzarlo ya, cuando el patrón te llame.

Xll

No pidas que los sucesos se arreglen a tus deseos; sino, conforma tus deseos a los sucesos: éste es el medio de ser dichoso.

Xlll

La enfermedad es un obstáculo para el cuerpo, pero no para la voluntad, a menos que ésta no consienta en ello: tú eres cojo: ve ahí un obstáculo para tu pie; pero tu espíritu no deja por eso de estar libre. Si haces el mismo raciocinio sobre todos los demás accidentes de la vida, hallarás que siempre son un obstáculo para alguna otra cosa, y no para ti.

XIV

A cada impresión que recibas de los objetos exteriores, entra en ti mismo y busca la facultad que para resistirlos, te ha dado la naturaleza. Si ves un hermoso joven o una joven bella, encontrarás en ti la continencia para defenderte de la seducción: contra la pena o el trabajo, hallarás el valor; y contra las injurias, la paciencia. Si tomas este hábito, los fantasmas de tu imaginación no tendrán ya imperio alguno sobre ti.

XV

No digas jamás, sobre cosa alguna, yo he perdido aquello; sino di, yo lo he devuelto. Si murió tu hijo, tú lo has vuelto: si tu mujer ha muerto, tú la has vuelto: si tus campos te han sido arrebatados, ¿no es una restitución que tú has hecho? Pero es un malvado quien te arrojó de ellos. ¡Eh! ¿qué te importa que aquel que te lo dio te lo vuelva a pedir? Mientras que te lo deja gozar, usa de él como de un bien ajeno, y como el viajante usa de una Hostería.

XVI

Si quieres hacer progresos en la virtud, deja a un lado estos razonamientos: "Si descuido mis negocios, no tendré de qué vivir; si no corrijo a mi esclavo, se hará malo porque es mejor morir de hambre, exento de temor y pesadumbre, que vivir en la abundancia con continuos terrores; y vale más también que tu esclavo sea malo, que no que tú seas infeliz: empieza, pues a ejercitarte en las más pequeñas cosas. Si te han derramado el aceite o robado el vino, di: "A este precio se compra la tranquilidad; y a este precio se vende la constancia: por nada, nada se tiene. "Si llamas a tu esclavo, piensa que puede no oírte; o, después de haberte oído, no hacer nada de lo que le has mandado. De este modo, tu esclavo no será mejor; pero tú ganarás en ello infinito, pues le impedirás el que turbe tu alma a su gusto.

XVII

Si quieres hacer progresos en la virtud, ten bastante espíritu para pasar por necio e insensato, haciendo ver lo poco que te importan los bienes exteriores. No intentes pasar por sabio: si te miran como un personaje, desconfía de ti mismo. Sabe que es difícil el conservar una voluntad conforme a la recta razón, y ocuparse al mismo tiempo en las cosas exteriores; porque es preciso, que el que se aplica a la una, descuide la otra.

XVIII

Si deseas que tus hijos, tu mujer y tus amigos vivan eternamente, eres un loco, porque es querer que las cosas que no dependen de ti, dependan, y que te pertenezca lo que es de otro. Del mismo modo serás un loco, si pretendes que tu esclavo no cometa jamás faltas; porque esto es querer que el vicio no lo sea, sino que sea otra cosa.

XIX

Nuestro dueño es aquel que tiene el poder de arrebatarnos lo que queremos, y de que hagamos por fuerza lo que nos repugna. ¿Quieres ser libre? pues ni busques, ni huyas nada de lo que a otros pertenece: si no, serás necesariamente esclavo.

XX

Acuérdate de portarte en la vida como en un festín. Si alargan un plato hacia ti, extiende la mano y tómalo modestamente: si lo alejan, no lo retengas: si no viene por tu lado, no hagas conocer de lejos que lo deseas; sino espera con paciencia que lo arrimen. Usa de la misma moderación con tu mujer y tus hijos, con los honores y las riquezas, y serás digno entonces de ser admitido en la mesa de los Dioses. Y si pudiendo gozar de estos bienes, los desechas y desprecias; entonces, no solo serás convidado de los Dioses, sino que partirás con ellos el soberano poder. Por este medio, Diógenes, Heráclito y sus semejantes, fueron justamente llamados hombres divinos, y lo fueron en efecto.

XXI

Si ves a alguno afligido, y llorando la pérdida de su fortuna, la muerte, o la ausencia de su hijo, ten cuidado de que no te engañe tu imaginación, y vaya a creer que este hombre es desgraciado por la privación de estos bienes exteriores: entra al instante dentro de ti mismo, y haz esta distinción:» Esta desgracia no es la que aflige a este hombre, supuesto que ella no mueve a otro; luego es la opinión que él tiene de ella, la que le aflige." Haz seguidamente todos tus esfuerzos para curarle de sus preocupaciones con razones sólidas; y también, si es necesario, no dejes de llorar con él. Pero ten cuidado que tu compasión no pase a tu alma, y que este dolor simulado no se vuelva real.

XXII

Ten presente que estás en el mundo, como en un teatro para representar en él, el papel que el dueño te señale. Que sea corto o sea largo, poco importa. Si aquel quiere que hagas el de pobre, procura representar bien este personaje. Haz lo mismo, sea el que fuere el que te encargue, ya de un cojo, ya de un Príncipe, o de un simple particular; porque a ti toca desempeñar bien el papel que te se da, y a otro el escogerlo.

XXIII

Si el graznido de un cuervo presagia algunas desgracias, no se turbe por eso tu imaginación, haz al instante este razonamiento, y di: " Ninguno de estos contratiempos me toca, si no antes a este cuerpo vil, a mi caudal, a mi reputación, a mis hijos o a mi mujer; pero por lo que hace a mí, no hay nada que no me anuncie mi felicidad, si yo lo quiero; porque sean los que fueren los sucesos, en mí está el sacar de ellos un gran partido."

XXIV

¿Quieres ser invencible? pues no te expongas jamás a un combate, en el cual no veas que has de lograr la victoria.

XXV

Si ves a un hombre colmado de honores, o elevado a un gran poder, o bien distinguido con alguna otra ventaja, no te dejes deslumbrar de esas vanas apariencias, ni digas que es feliz; porque si la perfecta dicha y el reposo del espíritu consisten en las cosas que dependen de nosotros, los bienes extraños no deben hacernos envidiosos ni celosos; y tú mismo no querrás ser General de Ejército, Senador, ni Cónsul, sino libre. Ahora, solo hay un medio de serlo, y éste es el despreciar las cosas que no dependen de nosotros.

XXVI

No olvides que la ofensa no está, ni en el insulto ni en los golpes que recibes, sino en tu opinión. Luego, pues, que alguno exalta tu cólera, sabe que ese hombre no es quien te irrita, sino la opinión que has formado de él. Procura, sobre todo, no turbarte con los fantasmas de tu imaginación; porque si una vez ganas tiempo, y obtienes espera, serás más fácilmente dueño de ti mismo.

XXVII

Ten incesantemente delante de tus ojos la muerte, el destierro, y todo lo que espanta a los hombres; pero, sobre todo, la muerte. Por este medio, no tendrás pensamiento alguno bajo y cobarde, y nada desearás con demasiado ardor.

XXVIII

Si te aplicas al estudio de la sabiduría, espera ser silbado, y burlado de la multitud, que dirá: "Este hombre se ha hecho filósofo en un momento; ¿de dónde le viene esa frente orgullosa? "Pero tú, procura no desplegar fausto ni fiereza; sino, aplicarte fuertemente a lo que te parezca mejor, y permanecer quieto en ello, como si fuera un puesto en que el mismo Dios te hubiera colocado. Acuérdate, además, de que si sostienes este carácter con entereza, los que habían comenzado a burlarse de ti, acabarán por admirarte: en vez de que, si los bufones te hacen mudar de resolución, les darás un nuevo motivo de ridiculizarte.

XXIX

Si alguna vez te sucede el explayarte con franqueza, queriendo agradar a alguno, sabe que caes de tu estado. Conténtate pues, con ser filósofo. Si quieres parecerlo, haz que solo sea a tus propios ojos, y esto basta.

XXX

No perturbes tu reposo con estos vanos razonamientos: "Yo viviré sin honores: No harán caso alguno de mí. "Porque si la privación de los honores es un mal, ya no pende de otro, ni el hacerte feliz, ni hacerte vicioso. ¿Depende de ti el gozar del supremo poder, o ser convidado a un festín? De ningún modo. ¿Pues en dónde está por eso la ignominia? ¿Cómo no serías nada en el mundo, tú que debes ser alguna cosa, en lo que pende de ti, y en aquello que puedes también valer lo que quieras? "Pero yo no puedo socorrer a mis amigos." ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué no les franquearás tu dinero, ni les obtendrás el derecho de ciudadanos de Roma? ¿Pero quién ha dicho que estos bienes dependen de nosotros, y no nos son extraños? ¿Puede darse a los otros lo que no se tiene? Juntad bienes, dicen ellos, para que también los tengamos nosotros. Si yo puedo enriquecerme conservando el honor, la buena fé y la magnanimidad, consiento en ello: muéstrame el camino, y nada dejaré de hacer para conseguirlo; pero si exigís que yo pierda mis verdaderos bienes para adquirir los falsos, reflexionad cuán injustos y sin razón sois. ¿Qué queréis más, el dinero o un amigo fiel y honrado? Ayudadme más bien a conservar estas virtudes, y no pretendáis de mí, cosas que me las hagan perder. "Pero dirás todavía: yo no seré útil a mi patria de ningún modo." ¿Qué servicios puedes hacerle? Verdad es que no le darás pórticos ni baños públicos; pero ¡qué! Tampoco son los herreros los que la surten de zapatos, ni los zapateros los que forjan las armas. Preciso es que cada cual ejerza su oficio. Pero si das a la patria un ciudadano honrado y virtuoso, ¿no la harías servicio alguno? Es cierto que no podrías hacerle otro mayor, y en tal caso no la serías inútil. ¿Cuál será mi clase en el pueblo? preguntas: la que puedas obtener conservando costumbres puras e irreprehensibles. Pero si por servir a tu patria abandonas esas virtudes, ¿de qué utilidad le servirás, luego que te hayas vuelto un impúdico y un pérfido?

XXXI

Si prefieren a otro que a ti en un festín, en una visita o en algún consejo, mira bien si estas preferencias son bienes verdaderos, y felicita a los que las han obtenido; pero si son males, ¿Porqué has de sentir el que te hayan exceptuado de ellos? Acuérdate, de que no haciendo nada para merecer estas distinciones, que no dependen de nosotros, no tienes derecho alguno á ellas.
Del mismo modo que aquel que jamás va á la puerta de los grandes: que no los acompaña cuando salen, y que no los lisonjea: que no puede ni debe esperar el ser tratado tan bien como aquel que diariamente les hace la corte: que se halla siempre al paso, y que sin cesar los alaba.
Tú eres injusto e insaciable, si quieres obtener estos favores sin comprarlos por su justo precio.
¿Cuánto cuestan las lechugas en el mercado? Un cuarto por ejemplo. Si alguno da este cuarto, y se las lleva; tú, que nada ofreces, ¿Creerás tener menos que aquel a quien las vendieron por su dinero? Si él tiene sus lechugas, tú también tienes tu cuarto.
Lo mismo sucede con todos esos honores. No te han convidado a un festín; pero tampoco has pagado al dueño de él el precio a que lo vende: este precio es una adulación, una complacencia y una sumisión. Si la cosa te conviene, págala; porque querer obtenerla sin gasto alguno, es ser injusto e insaciable. Por otra parte, ¿No tienes que substituirle a ese festín? Tú tienes ciertamente algo que le es preferible, y es, el no haber lisonjeado al que no hallabas digno de ello, y el no haber sufrido el estar a su puerta aguantando su orgullo y sus desdenes.

XXXII

Bien podemos conocer la intención de la naturaleza por los sentimientos que inspira a todos los hombres en lo que no les interesa personalmente. Por ejemplo, cuando el esclavo de tu vecino ha roto un vaso ú otra cosa, no dejas de decirle, que eso es una cosa que sucede muy á menudo, solo por consolarlo. Muestra, pues, la misma tranquilidad, si al tuyo le sucede lo mismo.
Apliquemos esta máxima a objetos mas serios. Si alguno pierde la mujer o el hijo, no hay nadie que no le diga, que esa es la suerte de la humanidad; pero si nosotros nos hallamos en el mismo caso, nos desesperamos, y gritamos al instante: " ¡ Ah ! "y cuan desgraciado soy" Entonces era preciso acordarse de la sangre fría con que oímos el que a otro le había sucedido el propio accidente.

XXXIII

Como jamás nos proponemos tal o tal cosa para que nos salga mal: del mismo modo la naturaleza del mal no existe en el mundo.

XXXIV

Si alguno entregara tu cuerpo a la discreción del primero que llegara, te indignarías sin duda; pero no te avergüenzas de abandonar tu alma, permitiendo al primero que llega, y te llena de injurias, que la turbe y la aflija a su gusto.

XXXV

Nada hagas sin considerar primero lo que debe preceder, y lo que debe seguirse a la acción que proyectas. Si refrenas esta regla, empezarás alegremente tu empresa, porque no habrás previsto sus resultados; pero viendo al fin cuanto tiene de vergonzoso, te llenarás de confusión.

XXXVI

Tú quisieras lograr la victoria en los juegos olímpicos, y yo también por cierto, porque nada hay mas glorioso. Pero examina bien antes lo que precede, y sigue a una empresa semejante; y piensa en ella después de este examen. Desde luego es preciso que te sujetes a una regla severa, esto es, no comer sino por necesidad: abstenerte de toda delicadeza: hacer los ejercicios aunque con disgusto, y a las horas señaladas en invierno y verano: no beber jamás frio, ni vino tampoco, a menos que no te lo manden: en una palabra, someterte sin reserva al maestro de los ejercicios, como a un Médico.
Después te será preciso bajar a la palestra, y allí, puede ser te rompas un brazo, te disloques un pie, tragues mucho polvo, seas aporreado, y después de todo esto, correr el riesgo de ser vencido.
Si has hecho todas estas reflexiones, sé atleta si tú quieres. Pero sin esta precaución, harás lo que los muchachos que, en sus juegos remedan unos después de otros a los que luchan, a los tocadores de flauta, a los gladiadores, que tan presto suenan la trompeta, y un instante después representan tragedias. Lo mismo sucederá contigo: tú serás sucesivamente atleta, gladiador, orador y filósofo; y en el fondo del alma no serás nada.
Tú imitarás como un mono, todo lo que veas hacer a los otros, y todos los objetos te agradarán a la vez, porque no has emprendido nada después de un maduro examen, sino temerariamente, y arrastrado de la ligereza de tu juicio y de tus deseos.
De este modo, algunas gentes, al ver a un filósofo, u oyendo decir a otros: "¡Qué bien habla Eufrates" ¡Quién puede raciocinar, y explicarse con mas fuerza y mas sentido!" Forman al instante el proyecto de hacerse sabios ellos mismos.


Continuaré publicando cada día las otras máximas hasta completar su totalidad...Tened paciencia, que anhelo compartir con vosotros este CONOCIMIENTO.

-Héctor Fabio Cardona-



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