BUDA
LA RUEDA DEL DHARMA
La Rueda del Dharma es la traducción del Sánscrito, de la palabra “Dharmacakra”. Similar a la rueda de una carreta que se mantiene rodando, simboliza la enseñanza de Buda mientras continúa propagándose ampliamente y sin fin. Los ocho rayos de la rueda representan los Ocho Nobles Caminos del budismo, la más importante de las prácticas. Los Ocho Nobles Caminos se refieren a la correcta visión, correcta aspiración, palabras correctas, conducta correcta, esfuerzo correcto, pensamientos correctos y concentración correcta.
En la antigüedad antes de que estatuas e imágenes de Buda fueran hechas, esta Rueda del Dharma servía como objeto de veneración. En el tiempo presente, la rueda es usada internacionalmente como el símbolo común del budismo.
Acreditación a Bukkyo Dendo Kyokai
I
LA VIDA DE BUDA
1. En las faldas sureñas del Himalaya, a orillas del río Rohini, se encontraba la ciudad fortificada de Kapila, capital del reino de los Sakyas. El Rey Suddhodana Gautama que heredara la sangre pura de sus nobles antepasados, gobernaba sabiamente, siendo aclamado con júbilo por el pueblo.
Su esposa, la Reina Maya, era hija del soberano del castillo Devadaha de la familia Corya, perteneciente al clan de los Sakyas. El Rey y la Reina eran primos.
Habían pasado 20 años desde su matrimonio, pero todavía no habían sido bendecidos con un hijo. Una noche, mientras la reina dormía soñó que un elefante blanco penetraba en su vientre por el flanco derecho y quedó embarazada. La familia real y el pueblo esperaban con ansias el nacimiento del infante. La Reina Maya, en el décimo mes lunar, según la costumbre de su país, se dirigió a casa de sus padres para dar a luz. A mitad del camino hicieron alto en el parque Lumbini para descansar.
El sol de primavera inundaba todos los rincones, y los árboles de asoka lucían bellas flores de un perfume encantador. La reina alargó su mano derecha para coger una rama, y en ese instante dio a luz. El cielo y la tierra elevaron voces de júbilo para felicitar a la madre y al recién nacido. Era el día 8 de abril.
La alegría del Rey Suddhodana era indescriptible y le puso como nombre al niño, Siddharta, que significa “el cumplimiento de todos los deseos”.
2. Sin embargo, a la par de esta alegría había también tristezas. Al poco tiempo la Reina Maya dejó de existir. Desde entonces, Prajapati, la hermana menor de la Reina Maya, se encargó de cuidar al príncipe.
Por aquellos tiempos, un ermitaño llamado Asita que hacía sus meditaciones en la montaña, percatose de la extraña radiación que emanaba el castillo y se dirigió a él. Viendo al príncipe, pronosticó: “Si el niño permanece en el castillo hasta su edad madura, llegará a ser un gran rey que dominará los cuarto mares, y si entra en la vida religiosa, será el Buda que salvará al mundo.”
Al principio, el rey se alegró enormemente al escuchar este pronóstico, pero luego se entristeció pensando en la posibilidad de perder al hijo de entrar éste en la vida religiosa.
A los siete años, el príncipe comenzó a estudiar el arte de las letras y de la guerra. Un día de primavera, en ocasión de una fiesta de la siembra salió al campo acompañando a su padre. Contemplando cómo el agricultor labraba la tierra, vio que un pequeño pájaro se llevaba en su pico el pequeño insecto que había quedado prendido del arado al ser removida la tierra. “¡Pobres!, las criaturas vivas se comen unas a las otras”. Diciendo esto se sentó solo bajo un árbol a meditar.
La pérdida de su madre al poco tiempo de nacer y ahora este espectáculo de las criaturas que se comen entre sí, fueron grabando en el corazón del príncipe desde temprana edad los sufrimientos de la vida. Y como una herida hecha en un tierno árbol que crece día a día, sumía cada vez más al príncipe en un profundo pensar.
El rey preocupado por el estado del príncipe y del pronóstico del ermitaño, trató de animar el espíritu del hijo por todos los medios. A la edad de 19 años decidió casarlo y eligió como esposa a la princesa Yashodhara, hija de Suprabuddha, señor del castillo de Devadaha que era también hermano de la fallecida Reina Maya.
3. Durante los siguientes 10 años, aunque llevaba una vida de alegría, rodeado de danzas y música en los diferentes pabellones de primavera, de otoño y de la época de lluvia, el príncipe no dejaba de sumergirse en profunda meditación para comprender el verdadero significado dela vida.
“El lujo de la corte, este cuerpo sano, esta juventud que todos admiran, a fin de cuentas, ¿Qué sentido tienen para mí? El hombre enferma y con el tiempo envejece. La muerte es ineludible. La juventud, la salud, y la existencia ¿Qué significado pueden tener?”
“Vivir es estar en busca de algo. Sin embargo, en la misma búsqueda hay quienes buscan algo erróneo, mientras que otros lo verdadero. El que va en pos de lo erróneo es aquel que desea no envejecer, no enfermar y no morir, siendo estos hechos ineludibles.”
“La verdadera búsqueda es reconocer el error y buscar lo que está libre de los sufrimientos humanos más allá de la idea de la vejez, la enfermedad, y la muerte. Ahora no soy más que aquél que busca lo erróneo.”
4. Siguieron así los días de meditación, pasaron los meses y los años, y a la edad de veintinueve años, cuando nació su único hijo Rahula, tomó la firme decisión de entrar en la vida religiosa. El príncipe salió del palacio en donde tantos años había vivido, en su caballo blanco Kanthaka, acompañado sólo por el sirviente Chandaka. Y así se transformó en un religioso, sin hogar en ninguna parte del mundo.
Enseguida se le acercó el demonio de la tentación. “Vuelve al palacio y espera la ocasión. Entonces este mundo será tuyo”. El príncipe respondió con fuerza. “Demonio, aléjate de mí, nada de lo que existe en este mundo me interesa”. El príncipe ahuyentó al demonio, se rapó la cabeza y se dirigió hacia el Sur mendigando alimento con su tazón en la mano.
El príncipe visitó primeramente al ermitaño Bhagava y observó sus prácticas, luego fue donde vivían Arala Kalama y Uddaka Ranaputta para aprender sus disciplinas. Pero convencido de que ése no era el camino que le conduciría a la Iluminación, se marchó a la tierra de Magadha y comenzó a hacer su propia práctica en el bosque de Uruvilva a orillas del río que corre cerca del castillo de Gaya.
5. Fue una vida ascética intensísima, tanto que él mismo lo calificó de máxima austeridad, nunca practicada por nadie ni en el pasado ni en el futuro. Sin embargo, ni este ascetismo le dio al príncipe lo que buscaba. Dejó esta larga práctica de seis años sin ningún pesar. Se baño en el río Neranjara para limpiar la suciedad del cuerpo, aceptó una taza de leche de manos de una mujer llamada Sujata, y recobró las fuerzas.
Los cinco religiosos que acompañaron al príncipe durante los seis años de vida en el bosque se asombraron al ver al príncipe recibir la leche de la mano de una mujer, pensaron que había sido vencido, lo abandonaron y se fueron a otras tierras.
Así, el príncipe quedó solo en el lugar. Se sentó bajo un árbol y en silencio entró en su última meditación aun con riesgo de perder la vida. “Que se seque la sangre, que se pudra la carne y se rompan los huesos, porque hasta encontrar el camino de la Iluminación no me levantaré de este lugar”. Esta era la resolución del príncipe.
Aquel día el alma del príncipe experimentó una lucha intensa e incomparable. Desesperación del alma, pensamientos confusos, sombras negras del corazón, figuras horribles de la mente. Todo esto sólo podía ser calificado como la terrible invasión de los demonios. El príncipe los persiguió hasta el más recóndito rincón del alma y los fue echando uno por uno. Fue realmente una lucha en la que la sangre se hizo más débil, la carne más floja y se desmenuzaron los huesos.
Terminó la dolorosa lucha y al amanecer, al ver la estrella de la mañana, el alma del príncipe brilló con luz divina, y alcanzó la Iluminación. Se hizo Buda. Esto fue en la mañana del 8 de diciembre, cuando el príncipe contaba 35 años de edad.
6. Desde entonces se le conoce al príncipe con diferentes nombres como Buda, El perfecto Iluminado, El Honrado del Mundo, Sakyamuni, El Gran Sabio de los Sakyas, y otros.
Primeramente, fue a Mrigadava en Varanasi, en donde vivían los cinco religiosos que le sirvieron en los seis años de ascetismo para explicarles el camino. Luego entró en el castillo de Rajagriha y predicó el camino al rey Bimbisara, e hizo de este lugar la base para propagar su Enseñanza.
Los hombres se reunieron alrededor de él como el sediento busca el agua y como el hambriento el alimento. Más de 2 mil discípulos, entre ellos los grandes maestros Sariputa y Maggalana, creyeron en Él y se convirtieron.
El rey Sudhodana, el padre de Buda que sintiera gran pena por la pérdida de su hijo al alejarse éste, la madrastra Maha Prajapata, la esposa Yasodhara y príncipes y princesas de la familia Sakya, todos creyeron en Él y le siguieron como discípulos.
7. Así siguió durante 45 años los viajes de predicación y llegó a cumplir los 80 años. En el camino de Rajagaha a Savatti, en la ciudad de Vasali, cayó enfermo y predijo que a los 3 meses entraría en el Nirvana. Continuó el viaje y al llegar a Pava recibió de Cunda el herrero, una ofrenda de alimento que le hizo mal, y empeoró. Soportando el dolor entró en Kusinara.
No obstante, la debilidad, se dirigió al bosque de salas que se encontraba en las afueras del castillo y se recostó entre dos grandes árboles de sala. Enseñó con amor a sus discípulos, predicó hasta el último momento, y concluyendo su misión como Buda, el Gran Maestro del Mundo entró en completa tranquilidad en el Nirvana.
8. Siguiendo las indicaciones de Ananda el discípulo preferido de Buda, los hombres de Kusinagara incineraron los restos entre lágrimas de tristeza.
Siete Reyes de las comarcas cercanas y el Rey Ajatasarthu, exigieron la repartición de los huesos de Buda. Los hombres de Kusinagara rehusaron esta petición debido a lo cual se armó una pelea entre ellos. Pero por advertencia del Sabio Drona, fueron los huesos repartidos en ocho partes. Otro jefe recibió el vaso de barro que había contenido los restos y otro las cenizas de la pira utilizada para la cremación. Diez grandes torres fueron edificadas en memoria de Buda para custodiar sus restos.
II
LA ÚLTIMA ENSEÑANZA DE BUDA
1. En el bosque de salas en las afueras del castillo de Kusinara el Buda predicó por última vez.
“Discípulos míos, pensad que lleváis dentro de vosotros la luz, depended de vosotros mismos y no de los otros. Haced de mi Enseñanza vuestra luz, confiad en ella y no en ninguna otra. Considerad vuestro cuerpo; pensando en su impureza no os ahoguéis en sus deseos. Pensad que tanto como el dolor, el placer es también origen del sufrimiento y no os inclinéis a ellos. Considerad vuestra alma; pensad que no existe dentro de ella el “ego” y no os inquietéis. Si hacéis así, podréis desprenderos de todos los sufrimientos. Si aún después de mi muerte seguís estas Enseñanzas, seréis realmente mis verdaderos discípulos”.
2. “Discípulos míos, siempre obedeced, considerad y practicad todas las Enseñanzas que he venido predicando a vosotros hasta hoy y nunca las dejéis. Si actuáis de acuerdo a ellas, siempre estaréis llenos de felicidad.
El punto más importante de la Enseñanza es el control del alma. Por ello tenéis que esforzaros en reprimir los deseos y vencer a vosotros mismos. Debéis mantener correcto el cuerpo, pura el alma, sinceras vuestras palabras. Sin olvidar nunca lo transitorio de la vida, os será posible dejar la codicia y la ira, y alejar al mal. Si el mal trata de atraer el alma y el deseo os tienta, tenéis que reprimirlos. No os dejéis llevar por el alma; sed dueños de ella. El alma hace del hombre un Buda y también un animal. Perdida el alma, el hombre se convierte en demonio, cuando la tiene iluminada se transforma en Buda. Todo es obra del alma y por eso esforzaos en no desviaros del camino.
3. “Discípulos míos, siguiendo mis enseñanzas sed cordiales, respetaos uno al otro y no originéis disputas. Estad en armonía como la leche y el agua en un recipiente, y no os rechacéis como el agua y el aceite. Aprended juntos, estudiad juntos, practicad juntos mis Enseñanzas. Gozad conjuntamente de la alegría del camino. No ocupéis la mente con necedades y no malgastéis el tiempo en cosas vanas. Recoged la flor de la Iluminación y segad los frutos del recto camino.”
“Discípulos míos, la Enseñanza que os predico la logré siguiendo yo mismo el camino. Seguid esta Enseñanza y actuad de acuerdo a ella. Por lo mismo, el que no sigue mis Enseñanzas, aunque me encuentre no me ve, está lejos de mí aunque esté junto a mí. Así el que hiciere según mis Enseñanzas, aunque lejos, estará conmigo.”
4. “Discípulos míos, ya se acerca mi fin; la hora de nuestra separación ya se aproxima, pero no lo lamentéis. La vida es transitoria; todo lo que nace muere. Ahora mi cuerpo se derrumba como un carro de madera podrida; con mi propia muerte os demuestro lo transitorio de la vida. No os entristezcáis en vano, maravillaos de esta ley de la mutabilidad y abrid bien los ojos a la realidad del mundo humano. Es imposible pretender eternizar algo que está sujeto a los cambios.”
“Discípulos míos, el demonio de los deseos está siempre buscando la oportunidad para haceros caer. Si en vuestra habitación viviera una víbora, de seguro no podríais dormir tranquilos mientras no la echéis afuera. Tenéis que expulsar el demonio de los deseos; tenéis que arrojar la víbora. Ya se acerca mi fin; os recomiendo que cuidéis respetuosamente vuestra alma.”
5. “Discípulos míos, llega la hora de mi fin, pero no olvidéis que esta muerte es la muerte de la carne. El cuerpo nace de los padres y se mantiene con los alimentos, por ello es inevitable que se enferme, se deteriore y perezca. El Buda no es carne; es la Iluminación. El cuerpo humano debe desvanecer, pero la sabiduría de la Iluminación seguirá viviendo eternamente en la verdad y en la práctica de la Enseñanza. Por eso, el que mira mi cuerpo no es el que me ve; tan sólo el que acepte mi Enseñanza me verá. Después de mi muerte, mis Enseñanzas serán vuestro maestro. Conservadlas y me seréis fieles.”
“Discípulos míos, en estos 45 años de mi vida, prediqué todo lo que hubo que predicar; no queda en mí ningún secreto; todo fue dicho clara y abiertamente, y he terminado. Discípulos míos, este es mi fin. Ahora entro en la quietud del Nirvana. Esta es mi última Enseñanza.”
EL BUDA ETERNO Y GLORIFICADO
I
SU MISERICORDIA Y SUS VOTOS
1. El alma de Buda es misericordia. Es el espíritu del amor que salva a los hombres por todos los medios y es la misericordia que sufre y se enferma junto con los hombres. El alma de Buda es como la madre que quiere a su hijo, nos cuida, educa y salva sin alejarse de nosotros ni un momento. “Vuestro sufrimiento es mi sufrimiento, vuestra felicidad es mi felicidad”. Así dice y permanece junto a nosotros todos los instantes. El espíritu de misericordia de Buda nace en contacto con el hombre y en contacto con Él nace la fe en los hombres. Con esta fe se alcanza la Iluminación. Del mismo modo una madre se siente madre cuando tiene un hijo, y el hijo al percibir su amor se siente tranquilo y a salvo. Sin embargo, los hombres no conocen la Misericordia de Buda y por esta ignorancia sienten apego a lo terrenal, sufren, ambicionan, padecen por la pesada carga del pecado, y caminan jadeando entre los montañas de las desilusiones.
2. No penséis que la Misericordia de Buda es sólo para la vida presente. Dura desde toda la eternidad; existe desde el momento en que los hombres nacieron y volvieron a nacer, murieron y volvieron a morir siguiendo el camino de las tinieblas. El Buda eterno siempre aparece ante los hombres en la forma más amistosa y lleva a ellos los métodos más eficaces para la salvación. Sakyamuni Buda nació príncipe de la familia Sakya, dejó su hogar para vivir una vida ascética. Por medio de la práctica de la meditación alcanzó la Iluminación. Propagó el Dharma entre los hombres e hizo la demostración de su Enseñanza con su propia muerte. Porque la ignorancia humana no tiene límite, la Obra de Buda es interminable. Porque la profundidad del pecado humano es inalcanzable, la misericordia de Buda es infinita. Buda hizo cuatro grandes votos cuando decidió dejar la vida mundana. Salvar a los hombres, renunciar a todos los deseos, aprender todas las Enseñanzas y lograr la Iluminación. La vida ascética de Buda se fundó sobre estos cuatro votos.
3. Buda se entrenó para ser amable hacia todo ser viviente y evitando el pecado de matar, y en virtud de ello anheló la longevidad de los hombres. Evitó el pecado de robar y por esta virtud anheló la satisfacción de las necesidades de los hombres. Evitó el pecado de adulterio, y por esta virtud anheló que el alma de los hombres fuera bienaventurada como un puro espíritu y el cuerpo no sintiera deseos insaciables. El Buda para ser Buda, alejó el engaño y por esta virtud anheló que los hombres conocieran la quietud del alma que dice la verdad. Evitó la falsedad y por esta virtud anheló que todos los hombres estuvieran en armonía y aceptaran su Enseñanza. Evitó la maledicencia y por esta virtud anheló la tranquilidad para el alma de los hombres. Se conservó libre de las palabras vanas y por esta virtud anheló que todos tuvieran un alma compasiva hacia los hombres. El Buda queriendo realizar sus ideales se adiestró para apartar de sí la codicia y por esta virtud anheló que no hubiera codicia en el alma de los hombres. Hizo prácticas para alejar el odio y anheló que el amor rebosase del alma de los hombres. Hizo prácticas de alejar la ignorancia y anheló que desapareciese del alma de los hombres la ignorancia del principio de la causalidad. De esta manera la Misericordia de Buda está dirigida a todos los hombres y su felicidad. Buda siente compasión por cada uno de los hombres como el padre o la madre por los hijos y anhela que todos logren cruzar el océano de las tinieblas.
Poco a poco os compartiré esta hermosa Enseñanza del Maestro Buda.
-Héctor Fabio Cardona-
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