El espiritismo y la mujer




¡MUJER! Tened presente que se recordará éste día como aquel grandioso y hermoso día, donde las femeninas se unieron en torno a la enseñanza para prepararse aún más, al iniciar su lucha para postularse, ser elegidas y nombradas, para dirigir los destinos de la Obra de nuestro amado hermano y Maestro Ismael Garzón Triana

Hermanas de mi espíritu, es hora de que alcéis vuestra vista y reclaméis vuestro derecho, vuestra oportunidad de ocupar la dirigencia y demás altos cargos en la Enseñanza para dirigir como hasta el momento no se ha hecho; no posterguéis este momento, porque ciertamente os digo que es el preciso, porque ¿Quién más que vosotras para comprender a vuestros hijos y hermanos? ¿Quién más que vosotras para llevar con amor, lo que con amor fue entregado desde la altura para el bien de la humanidad? ¿Acaso no sois vosotras quienes veláis por los hijos de mi Padre? Entonces os pregunto ¿Quién más que vosotras mis amadas hermanas, para unir esta gran hermandad en torno a la Obra en vuestro regazo tal y como hacéis en vuestro hogar

Sabed femeninas, que contáis con mi amor, con mi gratitud y mi apoyo para lo que decidáis emprender…y cuando estéis en aquel puesto que os corresponde, recordad a este vuestro hermano, que presto acudirá para serviros. 

Si he de ser dirigido; mi espíritu clama serlo bajo la égida de una femenina, de una madre que sabe lo que es lealtad, mansedumbre, amor, dolor y sufrimiento… 

Vuestro amigo, hermano y servidor, 
Héctor Fabio Cardona… 

El espiritismo y la mujer 
Por –León Denis

En ambos sexos se encuentran excelentes médiums; sin embargo, las más bellas facultades psíquicas parecen ser patrimonio de la Mujer. De aquí, la gran tarea que le incumbe en la difusión del Nuevo Espiritualismo. 

A pesar de las imperfecciones inherentes a todo ser humano, la Mujer, para el que la estudia imparcialmente, no puede ser menos que un motivo de asombro y admiración. No es solamente en su figura personal en la que se manifiestan —conforme a la Naturaleza y al arte—, los tipos de la belleza, de la piedad y de la caridad; en su interior, en lo relacionado con los poderes íntimos de la intuición y de la premonición, ella ha sido siempre superior al hombre. Entre las hijas de Eva fue donde la antigüedad ha encontrado célebres videntes y sibilas. Estos poderes maravillosos, estos dones de lo Alto, la Iglesia creyó un deber denigrarlos y suprimirlos en la Edad Media, valiéndose de los procesos a la brujería. Tales poderes son hoy reactivados, y es otra vez la Mujer la que se afirma en la función de mediadora con la vida invisible. 

Nuevamente vuelve la Mujer a revelarse en su misión sublime de mediadora. Mediadora lo es por naturaleza. De ella nos viene la vida, ella es su fuente misma, la regeneradora de la raza humana que no subsiste ni se renueva sino por su amor y sus tiernos cuidados. Y esta función preponderante que desempeña en el dominio de la vida, la cumple también en el acto de la muerte, pues sabemos que la vida y la muerte son una, esto es, dos formas alternantes, dos aspectos continuos de la existencia. 

Mediadora, lo es también la Mujer en el dominio de las creencias. Siempre ha servido de intermediaria entre la fe nueva que avanza y la fe antigua que decae y se empobrece. Tal fue su misión en el pasado, en los primeros tiempos del cristianismo; tal es su misión en el presente. 

El catolicismo que tanto debía a la Mujer, no ha sabido comprenderla. Sus monjes, sus sacerdotes, viviendo en el celibato, lejos de la familia, no podían apreciar el encanto y la energía de este ser delicado, al cual consideraban más bien como un peligro. 

La antigüedad pagana tuvo esta superioridad sobre nosotros; ella conoció y cultivó el alma femenina. Sus facultades florecían libremente en los misterios. Sacerdotisa en los tiempos védicos, en el altar doméstico, tomando parte íntima en Egipto, en Grecia, en las Galias, en las ceremonias del culto; en todas partes, la Mujer era objeto de una iniciación, de una enseñanza especial que hacían de ella un ser casi divino, el hada protectora, el genio del hogar, la guardiana de las fuentes de la vida. A esta comprensión funcional de la Mujer, personificando en ella a la Naturaleza con sus intuiciones profundas, sus sensaciones sutiles, sus adivinaciones misteriosas, fue debida la hermosura, la fuerza y la grandeza ética de las razas griega y céltica

Porque tal como sea la Mujer, así será el niño, así será el hombre. La Mujer es quien, desde la cuna, forma el alma de las generaciones. Ella fue la que formó aquellos héroes, poetas y artistas, cuyas acciones y obras irradian a través de los siglos. Hasta los siete años, el niño permanecía en el gineceo bajo la dirección de la madre. Y es sabido lo que fueron las madres griegas, romanas y galas. Más, para cumplir la sagrada tarea de la educación, era necesaria su iniciación en el gran misterio de la vida y del destino; el conocimiento de la ley de la preexistencia y de las reencarnaciones, porque esta ley —y solamente ella—, da a la venida del Ser que va a florecer bajo el ala maternal, un sentido tan conmovedor y tan bello. 

Esta influencia bienhechora de la Mujer iniciada que irradiaba sobre el mundo antiguo con una suave claridad, fue destruida por la leyenda bíblica de la caída original. 

Según las Escrituras” la Mujer es responsable de la caída del hombre; ella pierde a Adán y con él, a toda la humanidad; ella traiciona a Sansón. Un pasaje del Eclesiastés la declara “una cosa más amarga que la muerte”. El matrimonio mismo parece un mal: “que los que tengan esposas sean como si no las tuvieran” exclama Pablo. 

Sobre este punto, como sobre tantos otros, la tradición y el espíritu judaicos han predominado en la Iglesia sobre las miras de Jesús, que fue siempre benévolo, compasivo y afectuoso para con la Mujer. En todas las circunstancias Él la cubre con su protección, le dirige sus más conmovedoras parábolas. Siempre le tiende la mano, aun cuando esté mancillada, aun cuando esté caída. Por esto, las Mujeres agradecidas le forman una especie de séquito; muchas le acompañan hasta la muerte. 

Por espacio de largos siglos la Mujer ha sido relegada al segundo término, rebajada, excluida del sacerdocio. Por una educación pueril, mezquina y supersticiosa se la ha rodeado de trabas, se han comprimido sus más bellas aptitudes y oscurecido y sofocado su genio

*Un concilio, el de Macón (585), se reunió para discutir si la mujer tenía o no alma. 

La situación de la Mujer de nuestra civilización es difícil, dolorosa a veces. Las leyes y los usos no siempre favorecen a la Mujer la rodean mil acechanzas, y si desfallece, si sucumbe, raras veces se le tiende una mano piadosa. La relajación de las costumbres ha hecho de la Mujer la víctima del siglo. La miseria, las lágrimas, la prostitución, el suicidio, tal es la suerte de un gran número de pobres criaturas en nuestras sociedades opulentas

Actualmente se produce una reacción. Bajo el nombre de feminismo, se acentúa un movimiento, legítimo en su principio, exagerado en su objeto, pues a la par de justas reivindicaciones, afirma miras que harían de la Mujer, no ya una Mujer, sino una copia, una parodia del hombre. El movimiento feminista desconoce la verdadera misión de la Mujer y tiende a rechazarla lejos de su vía normal y natural. El hombre y la Mujer han nacido para desempeñar deberes distintos, pero complementarios. Bajo el punto de vista de la acción social, son equivalentes e inseparables. 

El Espiritualismo Moderno con sus prácticas y doctrinas, todas plenas de ideal, de amor y de equidad, juzga de otra manera la cuestión y la resuelve sin esfuerzo y sin ruido. Devuelve a la Mujer su verdadero lugar en la familia y en la obra social, mostrándole la sublime función que le corresponde en la educación y el adelanto de la humanidad. Hace más aún; por el Espiritismo vuelve ella a ser el mediador predestinado, el lazo de unión entre las sociedades de la Tierra y las del Espacio

La gran sensibilidad de la Mujer hace de ella el médium por excelencia, capaz de expresar y traducir los pensamientos, las emociones, los padecimientos de las almas, las divinas enseñanzas de los Espíritus celestes. En la aplicación de sus facultades encuentra goces profundos, una fuente viva de consuelo. La parte religiosa del Espiritismo la atrae y satisface las aspiraciones de su corazón, su necesidad de ternura, que se extiende más allá de la tumba, sobre los seres desaparecidos. El escollo para ella, lo mismo que para el hombre, es el orgullo de los poderes adquiridos, es la excesiva susceptibilidad. Los celos, al suscitar rivalidades entre los médiums, son a menudo una causa de desagregación en los grupos. 

De ahí la necesidad de desenvolver en la Mujer, al mismo tiempo que sus poderes intuitivos, sus admirables cualidades morales, el olvido de sí misma, el goce del sacrificio, y, en una palabra, el sentimiento de las responsabilidades y de los deberes unido a su misión de mediadora. 

El materialismo al no considerar en nosotros más que el organismo físico, hace de la Mujer un ser inferior por su debilidad, arrastrándola al sensualismo. Por él, esta flor de poesía se doblega bajo el peso de las influencias degradantes, se deprime y envilece. Privada de su función de mediadora, de su pura aureola, esclava de los sentidos, ya no es más que un ser instintivo, impulsivo, apropiado para las sugestiones del amor malsano. El respeto mutuo, las fuertes virtudes domésticas desaparecen; la discordia y el adulterio penetran en el hogar, la familia se disuelve, la felicidad se desvanece. Una joven generación escéptica y desilusionada surge del seno de una sociedad decadente. 

Pero con el Espiritismo la Mujer levanta de nuevo su frente inspirada. Se asocia estrechamente a la obra de armonía social, al movimiento general de las ideas. El cuerpo no es más que una forma prestada, la esencia de la vida es el Espíritu; bajo este aspecto, el hombre y la Mujer son iguales. De esta manera el Espiritismo retoma las ideas de nuestros padres; los celtas establecen la igualdad de los sexos sobre la identidad de la naturaleza psíquica y el carácter imperecedero del ser humano. A ambos les señala un puesto igual en los grupos de estudios

Por el Espiritismo, la Mujer se desprende del abismo de los sentidos y se remonta hacia la vida superior. Una luz más pura ilumina su alma, su corazón es un foco de tiernos sentimientos y de nobles pasiones. Recobra en el hogar su misión plena de gracia, piedad, abnegación, y su grande y divina función de madre, hermana, educadora y tierna consejera. 

Con su advenimiento termina la lucha entre los dos sexos. Las dos mitades de la humanidad se unen y equilibran en el amor para cooperar, unidas, con el plan providencial en las obras de la Inteligencia divina.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Independientemente de que vuestra opinión sea favorable o no, sobre el tema publicado; nos interesa el conocer vuestro punto de vista, pues toda evaluación que se haga dentro del marco del respeto es valiosa para nosotros porque nos ayuda a corregir errores y a mejorar los aciertos.

BIENVENIDOS.

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.