¿POR QUÉ DEBEMOS COMPARTIR ESTE ALIMENTO ESPIRITUAL?
La divulgación es, sin duda, el pilar esencial para dar a conocer la Enseñanza del Maestro Ismael y permitir que sus principios encuentren eco en los corazones de aquellos que buscan luz en el sendero espiritual. Aunque en apariencia pueda parecer que la recepción es limitada ya sea porque las interacciones visibles son escasas o porque no se observan respuestas inmediatas, esto no debe desanimarnos. La semilla de la verdad y del amor espiritual tiene una forma sutil pero poderosa de llegar al alma humana, incluso cuando no se manifiestan signos externos de su germinación.
Cada mensaje inspirado por los principios de la Enseñanza lleva en sí mismo un propósito Divino; tocar la fibra más sensible del espíritu, y con ello despertar en el ser una chispa de interés. Esa chispa, aunque muchas veces no sea visible para el mensajero, tiene el potencial de convertirse en un fuego transformador en el tiempo y la circunstancia adecuados. Es el poder de la palabra espiritual que no depende de aplausos o reconocimiento humano, sino de su conexión con las Leyes Divinas que actúan en lo invisible y en lo visible.
Recordemos que los espíritus en diferentes etapas de su evolución reciben el mensaje conforme a su capacidad de comprensión y necesidad espiritual. Para algunos, la Enseñanza será un bálsamo inmediato que aliviará sus dudas y les guiará hacia la paz interior; para otros, será una semilla que quedará latente, esperando el momento propicio para germinar; pero en todos los casos, su siembra nunca es en vano. Así como la lluvia cae indiscriminadamente sobre la tierra seca abonando incluso los suelos más áridos, la divulgación de un mensaje tan elevado como el de los ESTUDIOS ASTRALES ESPIRITUALES ANTE DIOS y otras Enseñanzas enviadas al terrestre por el Padre Supremo, alcanza siempre a aquellos que están dispuestos, conscientemente o no, a recibirlo.
Es importante, además, entender que nuestra labor como divulgadores de la Enseñanza no se mide por los resultados visibles sino por la constancia, la fe y la honestidad con la que realizamos este servicio. El Maestro Ismael nos enseñó que el acto de dar sin esperar recompensa es el reflejo más puro del amor espiritual.
El verdadero valor de la divulgación radica en mantener la firmeza del propósito, compartir la luz sin importar cuán oscura parezca la noche o cuán solos nos sintamos en la labor. Cada palabra emitida desde el corazón, enraizada en la verdad, tiene un alcance eterno, incluso si no podemos verlo con nuestros ojos materiales.
La belleza y profundidad de la Enseñanza son tales que no pueden pasar desapercibidas. Aunque muchos prefieran observar en silencio evitando externar sus pensamientos, esto no significa que el mensaje no haya tocado sus almas. A menudo, los cambios más significativos en el espíritu humano ocurren en el silencio y la intimidad del ser, cuando las palabras leídas o escuchadas resuenan con la verdad que cada uno guarda en su interior.
Por eso debemos tener siempre presente, que la divulgación de la Enseñanza no solo transforma a quienes la reciben, sino también a quienes la comparten. Al dedicar nuestra energía, tiempo y amor a esta labor, nos convertimos en instrumentos activos de las Leyes Divinas, permitiendo que el mensaje trascienda fronteras humanas y temporales. Cada esfuerzo es un acto de servicio que fortalece nuestra conexión espiritual y reafirma nuestro compromiso con el camino de evolución. La semilla que sembramos en los demás también crece en nosotros, haciendo que nuestra alma florezca con los frutos del amor, la fe y la esperanza.
Por ello, aunque el impacto de la divulgación pueda no ser visible a corto plazo o despreciada aparentemente, su trascendencia es incuestionable. Cada mensaje enviado, cada palabra compartida, y cada esfuerzo realizado con sinceridad y fervor, es una contribución invaluable a la Obra de Dios en la Tierra.
Las semillas sembradas hoy, germinarán en el tiempo perfecto, inspirando a muchos a encontrar nuevos propósitos y a caminar con firmeza en el sendero espiritual.
-Héctor Fabio Cardona-