SEMILLAS QUE SE HAN SEMBRADO
Autor: Maestro -Ismael Garzón Triana-
Discernimiento de lo que, como espíritu y estudiante comprendo de la Obra: LOS ESTUDIOS ASTRALES ESPIRITUALES ANTE DIOS.
Por: -Héctor Fabio Cardona-
La Plegaria «SEMILLAS QUE SE HAN SEMBRADO» es, en esencia, una reflexión sobre la siembra espiritual, porque todo acto de enseñanza, servicio o palabra inspirada, es una semilla que contiene en sí misma una fuerza creadora. Aunque se siembre en la lejanía; es decir, en el espacio, en el tiempo, o haya sido sembrada en otras cruzadas, la semilla no se pierde, germinará cuando las condiciones lo permitan, aún en existencias posteriores.
El título encierra una doble conciencia; la del pasado que actúa en el presente, y la del presente que contiene en sí mismo el germen del porvenir. “SEMILLAS QUE SE HAN SEMBRADO” no habla sólo de actos cumplidos, sino de causas que continúan obrando en silencio.
En el lenguaje espiritual, una semilla representa el conocimiento. Toda idea, enseñanza, palabra o acción que nace del pensamiento elevado y se planta en el corazón humano, allí donde el espíritu, al despertar conciencia, lo hace germinar en comprensión, servicio y amor.
No se trata de una siembra material ni de palabras al viento, sino de una siembra de conocimiento. El conocimiento verdadero no se impone, se deposita como una semilla que cada ser debe cultivar, regar, y proteger de las malezas de la duda, la cizaña o la indiferencia.
El Maestro no dijo «SEMBRÉ», sino «QUE SE HAN SEMBRADO», indicando que el acto de siembra no pertenece sólo a él, sino al Padre Supremo que guía la Obra, y a sus Mensajeros. El sembrador humano colabora, pero quien dispone el terreno y da la vida a la semilla, es el cumplimiento de la Ley misma.
Por eso, el título puede entenderse como una afirmación de continuidad; las semillas del conocimiento, del servicio y del amor que fueron depositadas en el tiempo, seguirán germinando en almas receptivas. Aun cuando parezcan olvidadas, cada una guarda dentro su impulso evolutivo.
De ahí, que el título evoque también responsabilidad; todo lo que se ha sembrado para bien o para mal, fructificará según su naturaleza. Si fueron semillas de verdad, darán fruto de sabiduría; si fueron de orgullo o desvío, traerán confusión.
«SEMILLAS QUE SE HAN SEMBRADO»
Es la conciencia de la Obra continua, de la herencia espiritual que no perece, y del deber de vigilar el terreno interior donde germinan las causas que hemos puesto en marcha. Por eso, «SEMILLAS QUE SE HAN SEMBRADO» alude al conocimiento ofrecido por amor a través de las enseñanzas espirituales que buscan despertar la conciencia de la humanidad, y a la certeza de que nada de lo que se entrega con pureza se pierde o se desvanece en el tiempo.
«EN LA LEJANÍA DEJÉ UNA SEMILLA SEMBRADA UN DÍA, DE LA CUAL EL FRUTO QUIERO ENCONTRAR, PORQUE ESTE ESTUDIO NO PUEDE ESTACIONAR»
Estas palabras expresan la conciencia elevada del Maestro Ismael que, habiendo cumplido una labor en otro tiempo y lugar, sabe que su acción no se extinguió, sino que permanece presente en la continuidad de la Ley Espiritual. La lejanía no se refiere únicamente a la distancia física, sino también al pasado espiritual, a las etapas ya recorridas, a las existencias vividas en el camino evolutivo. Allí, en esa lejanía del tiempo o de la experiencia, quedó sembrada una Enseñanza, una Obra, una luz que el Maestro desea volver a contemplar su siembra y su fruto en su regreso.
Al decir «EL FRUTO QUIERO ENCONTRAR», el Maestro expresa su anhelo de reconocer el resultado de aquello que entregó, tanto en cruzadas anteriores, cómo en la presente. No busca recompensa ni elogios, sino confirmación de que su Obra no fue en vano, de que el conocimiento sembrado germinó en comprensión y servicio. Es la mirada del espíritu que, habiendo trabajado por amor, desea ver florecer lo que dejó sembrado en tierra de otros.
Por lo tanto; este párrafo no habla sólo de quien enseña, sino de quien ha vivido, amado y dejado huellas en los espíritus. La lejanía no es únicamente el espacio físico, sino también el tiempo transcurrido, las cruzadas pasadas o los lugares donde el espíritu cumplió su deber de sembrar conocimiento, fe, esperanza y amor. Allí quedó depositada una semilla, una enseñanza que algún día germinará también en otros corazones.
«PORQUE ESTE ESTUDIO NO PUEDE ESTACIONAR»
Encierra un principio de Ley Espiritual; la evolución es movimiento constante. Ninguna obra espiritual puede atajarse ni detenerse sin contrariar la Ley. El conocimiento que no avanza se marchita, y la luz que no se expande se apaga. Por eso, quien siembra debe también velar para que su estudio continúe presente, renovándose en nuevas almas, en nuevas mentes, en nuevas formas de comprender.
Este párrafo es la voz del servidor que, mirando atrás con gratitud y adelante con esperanza y fe, reconoce que la verdadera siembra no termina con el acto de enseñar; la semilla sigue viajando en el tiempo buscando corazones fértiles dónde continuar su evolución, porque el bien sembrado debe florecer, y el espíritu consciente no se conforma con haber enseñado, desea ver que el Estudio, la Obra y la Semilla sigan avanzando en la corriente del progreso universal.
«QUÉ TRÉBOL MÁS FRONDOSO DEBO ENCONTRAR, PORQUE DEJÉ UNA SEMILLA MUY GRANDE QUE ME DIO MARÍA DE LA PAZ»
En esta expresión se entrelazan dos símbolos poderosos; el trébol frondoso y la semilla recibida de MARÍA DE LA PAZ.
El trébol frondoso representa la plenitud del fruto esperado, la manifestación visible de una siembra interior que ha germinado correctamente. Su forma triple alude a las tríadas espirituales que el Maestro revela en distintos pasajes en toda su Obra. Justicia, Amor y Paz, o Fe, Esperanza y Amor; fuerzas que, al equilibrarse y cumplirse, forman el trébol. Encontrar ese trébol equivale a hallar la esencia de la Obra cumplida, el estudio florecido y la armonía alcanzada entre pensamiento, sentimiento y acción.
Pero el Maestro Ismael no busca cualquier trébol; busca aquel que crece, que emana del espíritu nutrido por la semilla más pura. Esa semilla, la muy grande que le dio MARÍA DE LA PAZ, no es sólo un conocimiento, sino un principio de vida espiritual. Recibirla de MARÍA DE LA PAZ, significa haber recibido de la Madre Universal la esencia del amor, la sabiduría maternal que gesta y protege todo nacimiento de luz.
Dejar esa semilla sembrada fue un acto de servicio y filiación. Quien la recibió de manos de MARÍA DE LA PAZ la convirtió en Enseñanza, y quien la siembra en otros, perpetúa la misión maternal de generar conciencia. Así, el espíritu del sembrador busca el trébol frondoso, no para sí, sino para honrar la semilla que le fue confiada, deseando verla multiplicada en corazones que expresen Justicia, Amor y Paz.
Por lo tanto; este párrafo proclama que toda enseñanza elevada tiene origen materno porque nace del amor; y que el fruto más frondoso que puede hallarse, es aquel en que las tres Leyes, Justicia, Amor y Paz, vibran en perfecta armonía.
«ASÍ QUE TODAS LAS SEMILLAS SEMBRADAS TENDRÁN QUE PRODUCIR, PORQUE LOS ESTUDIOS TIENEN QUE SEGUIR»
Este pasaje reafirma la Ley de Causa y Efecto aplicada al campo del conocimiento espiritual. Toda semilla; es decir, toda enseñanza, toda acción de bien que haya sido sembrada con amor, con pureza de intención, debe producir buenos frutos. No se trata de una posibilidad, sino de una necesidad dentro del Plan Divino. Nada que haya sido sembrado en verdad y amor puede quedar estéril.
«TENDRÁN QUE PRODUCIR» no expresa deseo, sino certeza de Ley. Cada semilla contiene dentro de sí el impulso creador que la hará germinar en el momento justo, cuando el espíritu receptor esté preparado para recibir su fruto. Aun cuando parezca dormida bajo la tierra del tiempo, la vida interior de esa semilla trabaja en silencio transformando el terreno y esperando la hora de su manifestación.
La frase «PORQUE LOS ESTUDIOS TIENEN QUE SEGUIR» complementa la idea de continuidad evolutiva. Esta Enseñanza espiritual no pertenece a una época ni a un maestro determinado, sino a una cadena de transmisión de custodios que debe mantenerse siempre presente, dando a conocer la Obra por todos los medios que en el terrestre existen para que llegue al mayor número de espíritus sedientos de conocimiento.
Cuando el Maestro dice: “LOS ESTUDIOS TIENEN QUE SEGUIR”, no sólo se refiere a los sitios de reunión de la Obra que deben multiplicarse por toda Colombia y el mundo entero, sino también al conjunto de enseñanzas codificadas en el Libro Matriz, al movimiento del aprendizaje espiritual, al proceso por el cual la conciencia se expande de generación en generación mediante el conocimiento que encierra, no sólo la Obra LOS ESTUDIOAS ASTRALES ESPIRITUALES ANTE DIOS, sino todas aquellas Enseñanzas que, durante todos los tiempos, el Padre Supremo ha enviado a través de sus Mensajeros a este plano terrenal.
Así, este párrafo proclama que la Obra no se detiene. Las semillas de sabiduría entregadas por los Maestros, y resembradas por los discípulos, tienen que fructificar porque forman parte de un bien mayor; el bien de la humanidad, y la evolución de los espíritus. Cada corazón que comprende, cada mente que se abre, es un nuevo huerto donde el conocimiento florece y continúa la Obra.
Además, nos recuerda que la siembra espiritual jamás se pierde, y que el verdadero estudiante no se limita a conservar lo recibido, sino que lo hace crecer perpetuando la Enseñanza con fidelidad, tal y como la dejó su autor, Maestro Ismael Garzón Triana.
«QUE NO QUEDEN EN TIERRAS ESTÉRILES O MAL CULTIVADAS, PORQUE ESTA OBRA NO PUEDE SER PISOTEADA»
En este segmento, el Maestro eleva una súplica, y al mismo tiempo, una afirmación de justicia. El autor, consciente del valor de la siembra espiritual, expresa su deseo de que las semillas; es decir, las enseñanzas, los pensamientos y la luz en los corazones humanos, no caigan en terrenos improductivos, y luego a la oscuridad.
«LAS TIERRAS ESTÉRILES» simbolizan las almas cerradas al bien, a los corazones endurecidos como piedra por la soberbia y el egoísmo, donde la semilla de la verdad no logra penetrar. Las «MAL CULTIVADAS» representan a quienes reciben la Enseñanza, pero no la trabajan con esfuerzo ni la cuidan con práctica, dejando que se pierda entre la pereza, el mal ejemplo o la ostentación del saber. En ambos casos, el fruto se malogra, no porque la semilla carezca de vida, sino porque el terreno no ha sido bien preparado.
La segunda parte: «PORQUE ESTA OBRA NO PUEDE SER PISOTEADA», encierra una Ley espiritual. No se trata de una defensa humana de la Obra, sino de un Mandato de protección inherente a su naturaleza Divina. Aquello que proviene de la Luz del Padre Supremo no puede ser destruido por la ignorancia, aunque los hombres lo malinterpreten o lo ataquen. La Obra puede ser probada, incluso deformada por el capricho de los humanos, pero su esencia permanece invulnerable, pues pertenece al Orden Superior de las Causas Divinas.
Por eso, el sembrador no pide privilegio, sino respeto; que la Obra no sea usada con fines de lucro ni intereses personales, ni distorsionada por mentes que no han comprendido su profundidad y magnitud. Y ese llamado se extiende también al discípulo honesto, recordándole que su deber es cultivar el terreno interior, mantenerlo fértil mediante la práctica, el estudio y la moralidad del sentimiento, para que ninguna Semilla se pierda.
Este pasaje nos enseña también que el conocimiento espiritual necesita corazones labrados, forjados por la humildad y la constancia, y que la Obra, por su origen en la Ley, no puede ser pisoteada, porque su raíz está en lo eterno, donde ninguna sombra la puede alcanzar.
«PUES DE MÍ HAN SEMBRADO UNA ESPINA, Y HAN HAYADO UNA CARICIA.»
La «ESPINA» representa el agravio, la envidia, la traición y la incomprensión, pero no es el Maestro quien recibe esa espina, sino que algunos hermanos en su ceguera o mala intención, han intentado sembrarla en los corazones de los demás. Es decir, han querido herir la pureza de la Obra, no al autor directamente, sino a través de la tergiversación de su mensaje.
El mal sembrador no hiere al Maestro, porque su espíritu está más allá de esa mala intenciones; se hiere así mismo, e intenta herir al prójimo infundiendo duda o desconfianza hacia la Enseñanza; pero la Obra responde con una caricia, porque al final, aun cuando se siembre error, confusión o maldad, la semilla del Amor verdadero de la Obra, germina más fuerte. En términos espirituales, la «ESPINA» se disuelve en el corazón noble que busca la verdad. Por eso el Maestro puede decir que, de él; es decir, de su Enseñanza, de su siembra, de su mensaje, han querido hacer nacer una espina en el corazón de sus hermanos, pero lo que brota es una caricia, porque la Luz contenida en su Obra, y el Amor, no puede ser transformado por la malicia de unos pocos.
Esta verdad se confirma en mi experiencia, al haber vivido de cerca ese intento de tergiversación. Porque antes de conocer la Obra directamente, hubo quienes, por temor o por interés mezquino, quisieron «SEMBRAR LA ESPINA DEL MIEDO» en mí, prohibiéndome leer y compartir la Obra, o relacionarme libremente con mis hermanos; principalmente con los de la Obra. Así mismo quisieron levantar muros donde debía haber paso libre, e infundir duda donde debía florecer confianza. Pero el espíritu fiel, el espíritu firme no se deja llevar por esas voces; busca la verdad en la lectura directa de la Enseñanza misma, en el ejemplo del Maestro, y no en el mal proceder de los hombres. Y al compartir con amor y sin egoísmo lo recibido, he encontrado la recompensa dulce del deber cumplido: la caricia de la paz espiritual que brota cuando se actúa con honestidad.
Así, el sentido de este verso sublime espiritual se vuelve también un testimonio, que ninguna «ESPINA» puede herir a quien siembra con Amor, porque toda espina, ante la luz de la verdad, puede transformarse en caricia.
Entonces, «SEMILLAS QUE SE HAN SEMBRADO» no es sólo una plegaria hermanos de mi espíritu; es una promesa de continuidad, un recordatorio de que ninguna sombra puede detener la expansión del conocimiento que es luz para el espíritu.
El Maestro Ismael Garzón Triana sembró, los discípulos estamos llamados a sembrar; es decir, a seguir el ejemplo de nuestro Maestro; y cada corazón que comprenda, debe también sembrar. Y aunque algunos quieran enturbiar la fuente, el agua siempre encuentra su cauce, porque la verdad espiritual no se defiende con espadas, sino con caricias hasta vencer la maldad producida por la ignorancia.
-Héctor Fabio Cardona-

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