El ser humano promedio que representa la mayoría de la población; es decir, el vulgo, que no se destaca sobre los demás por ningún rasgo positivo; a aquellos indiferentes que son dirigidos sin voluntad hacia donde sople el viento, que no se afianzan ni se comprometen con la esencia de una causa determinada, no nos interesa adquirir el verdadero conocimiento porque tenemos ideas vagas, saberes superficiales de muchas cosas, tesis sin sustento que no comprendemos, pero que, cual leguleyos, hablamos de lo que no sabemos, repitiendo lo que oímos de otros sin preocuparnos por investigar si aquello es verdad.
Todo ello ocurre porque no hay el deseo ni el esfuerzo ni la penuria espiritual aún, como tampoco queremos el despertar de conciencia por el simple temor de ver desmoronar nuestras falsas creencias y perder la comodidad que nos produce la complacencia en la ignorancia y en el error; pues muchas veces pudiendo hacer lo correcto, preferimos apelar a un escrito mal interpretado o mal escrito; es decir, confundimos la verdad y nos quedamos con la mentira.
Fijémonos nada más, cómo, para justificar en nosotros mismos un determinado vicio, la avaricia o el ansia de poder en el futuro, por ejemplo, hasta fuimos capaces de inventar una supuesta autorización espiritual, donde los habitantes del espacio hacían lícito el cobro de un “peso” – “un valor X” por cada labor que se realizara en los Estudios para el sustento de la materia del dirigente, aun cuando sabemos que ello va en contra de los Mandatos Divinos. Recurrimos entonces a dicha orden impuesta como verdad sobre la ruta a seguir del Maestro, y se dio credibilidad ciegamente a lo dicho en una biografía dudosa basada en testimonios caducos para justificar, para defender nuestras futuras posibles bajezas, que cuál CABALLO DE TROYA fue introducida a la Obra por ignorancia, o quizá con la mala intención de desprestigiarla. En lo personal, prefiero pensar que fue por ignorancia, porque tales versiones en nada corresponden a la realidad ni a la verdad espiritual. Entonces, la práctica común y casi generalizada, consiste en tomar lo apócrifo, lo que no es obra de la persona que se le atribuye, para justificar nuestros propios arraigos, nuestros defectos, nuestros vicios; -Si el Maestro lo hizo, nosotros también podemos hacerlo- mientras que al mismo tiempo y sin sentido, rechazamos lo que sí corresponde a los Mandatos Divinos, a la Obra, a la Enseñanza de aquel Gran Maestro Ismael; todo por la complacencia de los vicios que derivan de nuestra inclinación al mal.
Muchos son los “mensajes” escritos a máquina que hoy, posterior a la desencarnación del Maestro Ismael, emergen de entre las sombras por todas partes como "verdades", cuando ya no hay posibilidad de constatar su autenticidad con el autor; ante lo cual pregunto: ¿Porque no socializar el original de dichos escritos a mano? ¿Cuál será la diferencia entre el contenido del original y el transcrito? Los originales serían mucho más creíbles, toda vez que son la caligrafía de puño y letra de aquel que los escribió recogiendo lo narrado o lo actuado por el Maestro en su justo momento.
Os digo, aquellos escritos, aquellas notas, aquella caligrafía a pesar de la letra ilegible, de enmendaduras y faltas de ortografía propias de la premura del momento, son valederas e importantes en su forma original; pues son para mí, más auténticos que un documento posteriormente editado con premeditación, ya que pierde éste la esencia, y por ende la posibilidad de evocar el momento y sus afanes, sin contar con el cambio en la forma de pensar de un hermano, que años después de registrar rústicamente el “mensaje en un papel”, decida posteriormente ante nuevos conocimientos adquiridos “acomodar” “mejorar” “pulir” lo que registraron sus sentidos y su honestidad en aquel momento…
Algunas “autobiografías de varones de los Estudios” editadas y muy elaboradas, que se presenta en ellas como eruditos de la Obra, como grandes discípulos egregios elegidos por del Maestro Ismael para trasmitir su Enseñanza, para dirigir su Obra, y hasta con derecho para constituirse en dictadores espirituales a perpetuidad; pero lo cierto es, que ningún ser humano que se imponga como dictador, puede ser buena persona; menos cuando de una Enseñanza Espiritual se trata, porque resta mérito y oportunidad a sus hermanos con su egoísmo. Y no conozco el primero de aquellos varones, de aquellos discípulos, que con honestidad desvele su alma contando sus errores. No, todo en ellos es proezas, grandezas, presentándose como virtuosos y ungidos. Y expandieron aquí, expandieron allá, al norte, al oriente, al occidente, lo mismo que al sur, sus escritos, sus elucidaciones, los “secretos que sólo a ellos confió el Maestro” con la intención de rodear con una aureola de misticismo sus anécdotas, sus actuares; cuando la Obra fue dejada para el bien de la humanidad, pero contradicen a quién expande la esencia de Enseñanza sin argucias, sin artificios, a quién busca la verdad más allá de unos labios que, en el día suelen alabar a Dios, y en la noche azotar al hermano que piensa diferente a ellos; porque cuales soberanos perpetuos, se arrogaron y se arrogan aún, el derecho de gobernar con poderes absolutos e irrestrictos sin someterse a la Ley que ellos mismos dicen representar.
Os digo hermanos, las Leyes Espirituales, los Mandatos son inmutables porque son Divinos, son los mismos de todos los tiempos, y cobijan lo mismo al ilustre que al ignorante, al rey que al mendigo, al gobernante que al gobernado; porque todos somos iguales como hijos de un mismo Padre Creador, de un mismo Dios infinitamente Poderoso y Justo; y si el Padre Supremo tuviere una Ley para unos y otra para los otros, tal como pretenden hacerlo parecer los impostores, no sería Infinitamente Justo, puesto que “TODA PREFERENCIA ES UN PRIVILEGIO, Y TODO PRIVILEGIO ES UNA INJUSTICIA.
Se corren rumores acá. Allá y más allá sobre lo que no nos consta; leemos la Ley, pero aceptamos o desconocemos la Ley según afecte o favorezca nuestros mezquinos intereses; y a pesar de ser conocedores del mal actuar de un hermano, preferimos dar credibilidad a aquel que ha sido investido de poder, tras la elección de unos pocos hombres, aunque el elegido esté herrado; y no a aquellos que exponen la Ley sin imposiciones y en libertad.
Los conocedores de las Leyes Espirituales saben perfectamente que, cuando se pisotea la Enseñanza, cuando la concupiscencia entenebrece un sitial, se abre la brecha a la parte contraria; es decir, a la oscuridad, entonces las entidades de Luz se retiran quedando solo la impostura de las materias que ahí dirigen. Sin embargo, muchos, ante la complacencia de la adulación eligen ser esclavos de la misma mentira, y por ende, solidarios en las causas venideras por dicho actuar.
Vuestro amigo, hermano y servidor,
-Héctor Fabio Cardona-
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